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El salario justo

Como en los tiempos de Manuel Fraga, cuando subía a la tribuna del Congreso y agitaba un paquete de garbanzos, la tele nuestra ha ofrecido dos sesiones con el presidente y el jefe de la oposición de las que ha quedado tan sólo un precio injusto y un salario oculto. El precio injusto, con el que no habría ganado ningún concurso basado en lo que cuesta la vida, fue el del café de Zapatero. Ochenta céntimos le pareció al país entero un precio irreal, magnífico, subvencionado.
Luego descubrimos que era lo que costaba el Colombia en el bar del Congreso de los diputados, donde se supone que la concesión de la cafetería tiene condiciones especiales. Hubo risas, polémica y hasta un humorista que harto de escuchar la misma respuesta para la pregunta sobre el futuro de Navarra dijo que el precio del café será “el que decidan los navarros que sea”. Buen final.
Luego vino el salario oculto: el de Mariano Rajoy. Claro que una pensionista puede y debe hacer esa pregunta. Es una cuestión aventada desde un cierto resentimiento: los jubilados cobran poco, y las pensiones de viudedad están tiradas, y no es justo, y hay quien sobrevive gracias a no se sabe qué. Así que la respuesta del opositor a presidente fue buena: “gano mucho más que usted, pero trabajo para que todos puedan ganar más”. Rajoy ha aprendido. Esa noche parecía un experto en marketing educado en alguna escuela italiana: decía a los examinadores lo que suponía que ellos querían escuchar de él. Después vino una larga polémica de salarios. Y ahí estamos, instalados en la pregunta de cuánto gana un político, de la misma forma que durante quince días nos dio por comparar precios de cafés.
Por la misma razón y motivo, he estudiado el salario de los políticos, o más bien el precio que pagamos por nuestra clase dirigente. Y me resulta alto, excesivo, un auténtico dispendio, un derroche. Que la ministra de la Vivienda se embolse al año 77.000 euros me resulta escandaloso.Su productividades baja, y su eficacia reducida.
Por idénticos resultados habría sido expulsada de la empresa privada en dos tardes. Que don José Blanco se “levante” seis mil euros/mes me resulta increíble a tenor de las declaraciones que hace a diario. Hombre, y que el fiscal general del Estado ingrese kilo y medio mensual de las antiguas pesetas, pues qué quiere que le diga. ¿A cuánto nos sale cada sentencia?
Por ese camino, estoy llegando al precio total de lo que nos cuesta el tinglado: ministros, asesores, secretarios, gobiernos y parlamentos autonómicos, y toda la burocracia que hemos acumulado en estos últimos treinta años. Y les aseguro que con un poco más de racionalidad los impuestos serían mucho más baratos.
Otro día les echo la cuenta.
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