esta españa nuestra/Raúl Heras
Deseos y beneficios
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
La izquierda en general, y el PSOE en particular, no deseaba, ni desea la guerra que Estados Unidos y Gran Bretaña mantienen en Irak. Reclaman de verdad que se detengan las muertes de inocentes; pero saben con certeza que las tropas de Tommy Frank van a seguir avanzando hasta conquistar completamente el país, y que tras la detención de los principales dirigentes adeptos a Sadam Hussein y empezando por éste habrá unos juicios por sus "crímenes contra la Humanidad".
Y saben también que metidos como estamos en una larga carrera electoral hasta el 25 de mayo, la prolongación del conflicto eleva sus posibilidades de victoria. Los deseos contra los beneficios, así de cruel es la realidad política que se ha producido por una invasión que no estaba en el "cuaderno de notas" de Rodríguez Zapatero.
A la derecha en general, y al PP en particular, no le gusta que le destrocen las sedes, ni desea que a los suyos se les llame asesinos y se paseen sus rostros en medio de las manifestaciones de protestas, pero es indudable que con cada ataque, los suyos salen más unidos y ese voto de centro indeciso se replantea el pensado y anterior castigo en las urnas. Por esa razón José María Aznar y Javier Arenas se colocan al frente de esa línea estratégica de combate.
Falta apenas mes y medio para que de los votos de los españoles salga una nueva configuración autonómica y municipal. Es importante lo que suceda en Baleares con el reincorporado Jaume Matas y la cansada María Antonia Munar, ya que ni ellos, ni el socialista Antich van a lograr la mayoría absoluta y tendrán que negociar acuerdos de gobierno; los dos grandes partidos nacionales con la representante nacionalista. Es importante para socialistas y populares el reparto final de fuerzas en Aragón, para los primeros si mantienen la autonomía y ganan la capital zaragozana, y para los segundos si fueran capaces de minimizar los efectos del Plan Hidrológico con el trasvase del Ebro... y así podríamos seguir con la Comunidad Valenciana, con todo lo que tiene de feudo del presidenciable Eduardo Zaplana, con nuevo candidato en la persona de Francisco Camps y un Ayuntamiento y Diputación de Alicante que ahora mismo están al alcance de los divididos socialistas.
Las claves del 25-M no están en ninguno de esos lugares, ni en ninguno más que pudiéramos añadir desde Andalucía a Cataluña: se quedan en el triángulo occidental que conforman el País Vasco, Galicia y Madrid. Si en Euskadi, el PNV consigue lo que sus sondeos le pronostican merced tanto al desgaste gubernamental por todo lo sucedido en los últimos meses como a la desaparición legal de Herri Batasuna, el lendakari Ibarretxe podrá convocar elecciones anticipadas e incluso sumar a las urnas electivas el ya anunciado referendum sobre la "independencia" del pueblo vasco, uno de los problemas más serios que tendrá que abordar Aznar en el final de su Legislatura y una difícil herencia para su sucsor, sea quien sea. En Galicia, de confirmarse que el BNG de Beiras se coloca como primera fuerza política con el desgaste de Manuel Fraga por la marea negra del "chapapote" como principal mérito de los nacionalistas, la sucesión de "padre fundador" del PP se podría acelerar con la actual titular de Sanidad como principal candidata en un proceso que también se resolvería con elecciones anticipadas. Y Madrid, la "madre de todas las batallas" y la regla de medir los resultados a nivel nacional por encima de cualquier otro guarismo y color. En la Comunidad madrileña y en el Ayuntamiento de la capital del Reino se juega mucho más que unos sillones de mando: en el bando del PSOE, Trinidad Jiménez y Rafael Simancas son la palanca que necesita Zapatero para dar el salto definitivo sobre el palacio de La Moncloa, sin menospreciar que en Madrid existen proyectos para los próximos diez años que por sí solos justificarían la ambición de cualquier político, desde la posibilidad de unas Olimpiadas a la reestructuración de la capital con criterios del siglo XXI; ny en el bando del PP, el envite es mucho mayor. Esperanza Aguirre tiene la ahora difícil tarea de mantener un gobierno que conquistó Gallardón con mayoría absoluta, en unas condiciones mucho más asequibles para el centro-derecha como fueron las de 1999, con un PP que volaba hacia la conquista nacional de 183 diputados. Si pierde será su final y tendrá que conformarse con calentar los sillones de la oposición. Ruiz-Gallardón tiene una apuesta de mayor calado: si hace unos meses soñaba con superar a su compañero de partido y actual alcalde, Alvarez del Manzano, en número de concejales y hacer ver a su partido que era una apuesta segura para vencer al PSOE y ya sin el estigma de "contestario" para la maquinaria del PP; ahora se conforma con repetir resultado, lograr la mayoría absoluta, lanzar su gran programa de cambio y esperar al inicio de la "batalla final" por la sucesión de Aznar, y en última instancia quedarse bien situado para la formación del futuro gobierno del estado, si es que alguno de sus compañeros como Rodrigo Rato, consiguen primero la nominación y dentro de un año la victoria en las urnas. Si por el contrario no consigue sentarse en el sillón de la alcaldía, todos sus esfuerzos y renuncias no habrán servido para nada, y tendrá que volver a plantearse si rescata del cajón del olvido sus deseos de aterrizar en la vida privada junto a su primo y su tío el notario.
Los próximos 45 días van a ser muy duros para todos los que compiten. Se juegan mucho y los deseos chocan con la realidad y los beneficios que ésta les aporta o recorta. La guerra se va a mantener en el horizonte de la campaña electoral aunque terminen los enfrentamientos bélicos; y la anhelada y necesaria paz no enterrará el lucrativo reparto que ya ha comenzado y que tiene en el petróleo la base de todos los afanes. Con petróleo se va a pagar la reconstrucción de lo destruido; con petróleo se van a autopagar en sus esfuerzos bélicos Estados Unidos y Gran Bretaña; con petróleo se cubrirá el enorme déficit público y los desajustes presupuestarios que ha producido el gobierno de George Bush; y con petróleo y su bajada de precios en el mercado internacional se pretende relanzar las maltrechas economías de Occidente. Se olvidarán una buena parte de las diferencias, se tenderá a restituir las relaciones entre ambos lados del Atlántico y a que deseos y beneficios caminen de la mano frente a un enemigo y adversario al que por fín se ha dado cuerpo, tamaño y rostro cruel: el islamismo radical. Volvemos a los buenos tiempos, pero con una gran mentira sobre la mesa: el contrario es hoy por hoy mucho más débil de lo que la propaganda oficial ha logrado casi hacernos creer.