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El cardenal y su cruzada

Ultraconservador de pensamiento, palabra y obra, Antonio María Rouco Varela se ha convertido en uno de los obispos más fervorosos del catolicismo tridentino que alienta el papa Benedicto XVI y por ende en uno de los prelados del país, aunque no el único, más combativos contra el “laicismo” del Gobierno de Zapatero. El cardenal madrileño no ha dudado en poner a su diócesis a la cabeza de manifestaciones contra los matrimonios homosexuales, la nueva Ley de Educación (LOE), calificada por él como de “calvario” para la iglesia, o en dedicar alguna que otra pastoral contra la recuperación de la memoria histórica impulsada por los partidos de izquierda y recomendar después que en todas las parroquias se rece por España
La “devoción” de Rouco defendiendo la involución eclesiástica de la era Ratzinger es tanta que a monseñor no le ha temblado el pulso a la hora de castigar con la expulsión a algún profesor de religión divorciado o demasiado “progre” en sus enseñanzas (el Supremo dictaminó en contra de varios despidos), como tampoco ha titubeado en dar un rapapolvo a algún dirigente del PP, en concreto a Alberto Ruiz Gallardón, al hilo de la celebración de matrimonios gays en el Ayuntamiento capitalino, algo a lo que el alcalde de Madrid, bien es cierto, ha hecho caso omiso.
Hechos y actuaciones que han colgado a Rouco el calificativo de tramontano e involucionista, aunque el cardenal está más que convencido de su misión apostólica y promueve actos tan singulares como la “vigilia por la vida”, obviamente en contra del aborto, en la que bendijo in person a las embarazadas que participaron en la celebración litúrgica.
Claro que si esos fetos terminan siendo dentro de unos años hombre y mujeres sin recursos, enganchados a la droga o delinquiendo puede que el prelado madrileño no exalte tanto su existencia, si nos atenemos a su deseo de clausurar una parroquia vallecana, cuyos párrocos llevan años entregados a ayudar a estos colectivos, aunque luego no se ajusten como dicen al “magisterio teológico y apostólico” de Ratzinger que tanto gusta al cardenal madrileño.
No parece entender el señor obispo que aquellos sacerdotes que anteponen la atención a los necesitados a su labor catequizadora también hacen iglesia, quizá mucho más que quienes se empeñan en defender el anquilosado establisment de la curia. Lo dice una cita bíblica “por sus obras los conoceréis”.
En cualquier caso, en los fieles y los tres sacerdotes de la iglesia de Entrevías, éstos ligados a la “peligrosa” Teología de la liberación, esa que propugna que el clero se comprometa con los más pobres y la justicia social, Rouco ha encontrado una inesperada y numantina resistencia a sus dictámenes, que bien es verdad está llamada al fracaso ante la rigidez e inmovilismo doctrinal que se ha impuesto en la iglesia católica desde hace ya algunos lustros.
La “revuelta” de la parroquia vallecana ha dejado en cualquier caso al descubierto que en un momento en el que se mira con temor y aprehensión la radicalización islamista, en la iglesia católica también se cuecen habas, o lo que viene a ser lo mismo intransigencias, que es de temer que en poco ayuden a rebajar las tensiones religiosas, más bien pueden conducirnos a una exacerbada dogmatización, que se empeñan en alentar esos “cruzados” que día a día se alejan del espíritu de concordia y entendimiento que alumbró el Concilio Vaticano II.
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