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El testigo protegido Y-26

Son como Zipi y Zape, pero en política. Lech es el presidente y su gemelo Jaroslaw, el primer ministro. Se parecen como dos gotas de agua y desde que ganaron las elecciones no han parado. No sólo mandan sin pestañear en Polonia, también influyen en Europa, porque han decidido que se ponen por montera lo que piensen el resto de los líderes de la Unión Europea y un día impulsan leyes contra los gays y otro desatan un "vía crucis" contra quienes colaboraron con el comunismo, que son muchos en el antiguo Bloque Soviético.
La ambición de los Kaczynski, de 57 años, es la "renovación moral" de Polonia y la preservación de los valores familiares. Sus enemigos les acusan de manejar el país como si fuera su casa. Dicen que han desatado una caza de brujas y que motivarán sanciones desde la UE, pero a ellos no parece preocuparles.
Su padre fue uno de los héroes polacos que se alzó contra los nazis durante la revuelta de Varsovia, al final de la II Guerra Mundial. Era filólogo, bastante conservador y dio a los niños una educación esmerada. La primera vez que se hicieron notar fue hace ya 45 años, cuando protagonizaron al alimón una empalagosa película infantil titulada "Los dos que se robaron la luna". Lech, a quien sólo se puede distinguir de su hermano por el lunar que luce en la mejilla izquierda, es doctor en Derecho y fue profesor universitario. El currículo de Jaroslaw es muy parecido. Comparten haber apoyado al movimiento Solidaridad de Lech Walesa, en los agitados 70, sentirse fieramente anticomunistas, ser fundadores del partido Ley y Justicia y el mérito de haberlo llevado al poder en apenas cinco años. Ambos llevan en política bastante tiempo.
Lech fue ministro con Walesa, y expulsado a dos años de su nombramiento. Fue también alcalde de Varsovia, y lo primero que hizo fue ordenar la construcción de un museo en memoria del levantamiento contra los nazis, crear una comisión para determinar cuanto les deben todavía los alemanes por las tropelías que cometieron y prohibir la marcha gay. Algo tendrían que ver esas drásticas medidas con su victoria en las generales de octubre de 2005. Polonia tiene 38 millones de habitantes, de los que una buena parte mira con tanto recelo a los germanos como a los rusos.
Se han repartido el poder. La política interior está en manos de Jaroslaw, el primer ministro, y la exterior en las de Lech. Ambos trabajan conjuntamente para liberar a la nación de "malas hierbas". Lo último, tras proponer que se prohiba a los homosexuales declarados ser profesores, es una ley que obliga a funcionarios y periodistas, a informar de si colaboraron con el comunismo.
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