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la atalaya/Rafael Gómez Parra

La guerra corta de Ana Botella

La mujer del presidente español y número tres de las listas electorales del PP al Ayuntamiento de Madrid asegura que la guerra contra Irak será corta

Rafael Gómez ParraLa entrada en política de Ana Botella ha animado el panorama político y va camino de ser la autora de las mejores frases de la campaña electoral. Ha habido otros antecedentes en los últimos años. Recordemos algunas como la "puedo prometer y prometo" de Adolfo Suárez, o "el tahur del Mississippi" que lanzó Alfonso Guerra precisamente contra el anterior en el Congreso. O la de Sancho Rof, ministro de Sanidad, comentando que el posible causante de la enfermedad de la colza había sido "un bichito que si se cae de esta mesa se mata". Muy buena fue también aquella en la que Felipe González ponía "la mano en el fuego" sobre la honestidad del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, procesado por Ibercorp.
Las últimas más repetidas han sido las de José María Aznar: "España va bien" y "hoy no toca".
La mujer del presidente, que ha saltado a la política al estilo Hillary Clinton, ha dado ya dos demostraciones de que no le molesta decir lo que piensa, aunque a veces eso no encaje con la línea populista y popular de su partido. Cuando le han preguntado sobre su opinión respecto a si se debe o no permitir a las parejas de homosexuales adoptar hijos, ha afirmado que eso "es una cuestión científica", como derivando el problema a un estudio del Instituto de Investigaciones Científicas. Alberto Ruiz-Gallardón, candidato del PP al Ayuntamiento de Madrid y su jefe de lista se apresuró enseguida a decir que "no había ninguna discordancia entre su opinión y la de Ana Botella".
Ahora, la número tres de la lista de Madrid y futura concejala de Asuntos Sociales se ha referido a la guerra de Bush contra Irak con esta frase: "será una guerra corta", para quitar miedos al personal que cree, con cierta razón, que cuando se abre la espita de los conflictos bélicos se sabe siempre cómo se empieza, pero nunca cómo se acaba. Las guerras son guerras y desde la que duró cien años en los siglos XIV y XV entre Francia e Inglaterra, hasta la de los Seis Días, en 1967, con la que los israelíes acabaron con las posibilidades de Palestina, todas han causado muertos, heridos, y miles de desgracias.
La idea de que hay intervenciones militares justas es un concepto que había dejado de tener vigencia moral desde el final de la Guerra de Vietnam. Ni un solo dirigente español se atrevió siquiera a defender a Estados Unidos cuando invadió Grenada, en el Caribe "para que no se convirtiera en una nueva Cuba, en la década de los 80, o cuando Bush padre ordenó en 1989 la entrada de los marines en Panamá para arrestar al general Manuel Antonio Noriega, comandante en jefe de la Guardia Nacional, acusado de dar un golpe de estado para colocar a su candidato a la presidencia y de estar implicado en las redes del narcotráfico.
Este "no a la guerra", que siguen defendiendo la mayoría de los ciudadanos, sufrió un serio revés cuando Estados Unidos y la OTAN (con el socialista Javier Solana a la cabeza, ex ministro de Educación) decidieron que la única manera de quitar a Slobodan Milosevic de Yugoslavia era destruyendo Serbia. Acción que "mereció" incluso el apoyo de muchas ONGs que defendieron la guerra justa contra los dictadores genocidas.
Sin embargo, y eso lo debe saber también Ana Botella, un informe de la ONU señala con claridad que "siete de cada diez víctimas de las guerras son civiles, en su mayoría mujeres y niños", colectivos que además representan el 80% de los 40 millones de desplazados internos. Dictadores, asesinos, genocidas, torturadores y otros especímenes que crean las guerras, caen pocos, y, además, enseguida se les ofrecen inmunidades, perdones y amnistías que, en general, se negocian a espaldas de las víctimas.
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