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Daniel Ortega y la piñata

Lo conocí hace 30 años, cuando yo soñaba con hacerme reportero de guerra y él era un desconocido, al frente de una pequeña banda de entusiastas que se hacían llamar sandinistas.
No me pareció muy listo, pero salí de aquel encuentro –celebrado en las selvas que separan Nicaragua de Honduras-, convencido de que era un tipo honrado y cabal.
Es evidente que Dios no me llamó por el camino de la futurología. No es que Daniel Ortega tenga cerebro de premio Nóbel, pero ha demostrado ser bastante listo. Y además, es uno de los "revolucionarios" más ladrones que he conocido.
Aquí en España casi nadie recuerda como concluyó la década durante la que el Frente Sandinista gobernó Nicaragua. No me refiero a que convocaron elecciones y las perdieron frente a Violeta Chamorro.
A lo que aludo es a lo que ocurrió desde que se hicieron públicos los resultados, hasta que la venerable viuda asumió la presidencia: los jefes sandinistas se dedicaron a poner a su nombre todo lo de valor que existía en las arcas del Estado, y que había pertenecido al dictador o había sido confiscado en nombre de la Revolución. Fue lo que el pueblo, tan olvidadizo, bautizó como "la piñata".
Eso explica que Daniel Ortega perdiera de nuevo en 1996 con el sinvergüenza de Arnoldo Alemán y que, en 2001, sufriera un nuevo revolcón ante Enrique Bolaños. En esos reveses influyó un poco que Zoiloamérica Narváez, la hijastra del líder sandinista, apareciera en televisión acusando a su padrastro de haberla violado cuando tenía trece años.
A la vista de lo anterior, lo llamativo no es que Daniel Ortega tenga caradura para volver a presentarse, sino que buena parte de los casi cuatro millones de nicaragüenses con derecho a voto, hayan decidido apoyarle.
Nacido hace 61 años en un poblado ganadero, en una familia de clase media muy católica, Daniel Ortega no llegó a estudiar leyes, que es lo que pretendía su padre. En 1967 fue encarcelado durante siete años por robar un banco para comprar armas para la guerrilla, pero después fue liberado en un intercambio de rehenes y viajó a Cuba. Está casado con la poetisa Rosario Murillo, con la que tiene siete hijos y que nunca ha dicho palabra sobre el affaire Zoiloamérica.
No creo que con Ortega en la presidencia retornen a Nicaragua los Comités de Defensa Sandinista, los matones de la Seguridad del Estado y la censura de prensa, pero habrá alianza con Cuba y sintonía con Hugo Chávez y Evo Morales. En Nicaragua persistirá la pobreza, pero tendrán mucha corrupción. Todavía más de la habitual. Esta vez no me equivoco.
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