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El Dios de la guerra

No me refiero a George Bush, aunque alguno de ustedes lo haya pensado por un instante. En cualquier caso, hoy toca hablar del presidente de EE.UU. y de la guerra. Las cifras y el calendario mandan.
Las cifras, porque son ya 2.787 los soldados norteamericanos caídos en Iraq desde marzo de 2003 y la cosa no tiene visos de mejorar: este mes de octubre, del que queda una semana, es ya el más letal del año para las tropas del Tío Sam. El calendario, porque el 7 de noviembre se celebran elecciones legislativas en EE.UU. y los demócratas pueden dar un revolcón de espanto a los republicanos.
Si las urnas le son adversas, Bush seguirá siendo el hombre más poderoso del planeta, pero el final de su mandato será bastante triste. Más de lo que fue el de Bill Clinton, sonrojado por lo que se contaba de sus escarceos con Mónica Lewinsky en el despacho oval.
En cualquier caso y aunque sus estrategas estén maquinando la forma de atenuar el desgaste que genera el avispero de Iraq, a Bush no le queda otro remedio que dar la impresión de que persevera.
En la Gran Guerra del Siglo XXI, que es la guerra contra el terrorismo islámico, Dios cuenta y para todos los bandos y ayer mismo invocó Bush su nombre, cuando prometió de nuevo a los norteamericanos liderarles sin pestañear en la campaña: «Libertad y miedo, Justicia y crueldad siempre han estado en lucha… y todos sabemos que Dios nunca ha sido neutral en ese combate».
Acaban de concluir los musulmanes el mes del Ramadán, que en todos los sitios se marca con la fiesta del "Eid al Fitr". En Iraq también lo han hecho, pero han combinado la comilona con un rosario de bombas, crímenes y atrocidades. Y a todo ello ha venido a sumarse un nuevo comunicado de los facinerosos de Al Qaeda, que también invocan la ayuda del Todopoderoso: "Pedimos a Alá que nos asista en nuestra lucha contra la nueva cruzada judía lanzada por George Bush sobre las tierras donde habitan los fieles del Profeta Mahoma".
A pesar de las sombrías advertencias de Al Qaeda y de los vaticinios de ciertos analistas españoles, que exageran grotescamente la capacidad bélica de los terroristas iraquíes, el problema de Bush en Iraq no es militar. Tiene un componente bélico, porque la ciudadanía estadounidense no aguanta ya el goteo constante de cadáveres propios, pero el factor esencial es psicológico.
La gente ha llegado a la conclusión de que no hay manera de arreglar Oriente Medio y que lo mejor es dejar a los islámicos a su suerte. Que se las arreglen solos o que, en el pero de los casos, se maten solos.
Y creo que Bush no tardará en hacerles caso.
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