Candidatura de Bono: bochorno
La fallida candidatura de José Bono a la Alcaldía de Madrid ha representado un bochorno, para el partido socialista en primer lugar, para Simancas, que se adelantó a proclamar un candidato que aún no había aceptado, y para el Secretario General socialista, José Blanco, que también vendió la piel del oso antes de cazarlo. Tampoco el Presidente Zapatero ha quedado muy bien parado de esta operación, y es lógica la actitud de veteranos militantes, como el ex Alcalde Juan Barranco, al calificar lo sucedido como lamentable.
Aunque el propio Bono tuvo parte de la culpa, al decir que a nadie le amarga un dulce, en unas declaraciones ambiguas que algunos han calificado de maquiavélicas, lo cierto es que la designación del candidato socialista a la Alcaldía de Madrid le está ocasionando a los socialistas más de un quebradero de cabeza.
Muchos madrileños se encuentran decepcionados, y hasta indignados, por este espectáculo. ¿Es que no hay en el partido personas preparadas, que conozcan a fondo los problemas de Madrid, y que puedan presentar soluciones? Precisamente por la importancia que tienen la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital en los próximos comicios autonómicos y municipales hay que hacer las cosas con más cuidado y más discreción. Va a ser muy difícil que se olviden estos incidentes a la hora de votar, y aunque se busque a nuevos candidatos de peso, como la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que no es precisamente una experta en temas madrileños, no hay duda de que el Partido Popular, sin comerlo ni beberlo, ha sido el principal beneficiario del error de su adversario. Alberto Ruiz Gallardón ha recibido ayuda de quien menos esperaba.
Los días pasan, y el nombre del candidato socialista debe ser hecho público pronto, si es que la oposición quiere tener opciones al Gobierno municipal. Zapatero no parece tener prisa, o los problemas de la candidatura se están mostrando complicados. Pero hay que resolver la incógnita cuanto antes. No olvidemos la frase de Gailbraith: “Lo único peor que una decisión equivocada, es una decisión sumamente retrasada”.