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Entre opas anda el juego

I se conoce a Román Sanahuja se verá en él a un empresario de los pies a la cabeza. Constante, exigente, avispado, luchador infatigable. Lo más alejado de las alcantarillas y el juego sucio. Capaz de mantener el tipo y aguantar cualquier desafío, y con la ambición necesaria para plantearse de forma constante nuevos retos y metas para su empresa. No le veo colocando micrófonos espías o mandando a agentes de compañías de seguridad a vigilar al adversario. Y lo que digo del patrón de Cresa es extensible a sus hijos, que han heredado la pasión por los negocios y la exigencia de ser y parecer honestos en sus actuaciones.
Si se conoce a Joaquín Rivero se descubre de inmediato que es un ganador, que está tocado por la diosa fortuna, con un gran don de gentes, capaz de convencer a casi cualquiera de la bondad de sus planes. Con ambición, muy rápido, pensando a lo grande. Un gestor brillante que es capaz de “jugarse” su propio dinero, pero que es más eficaz en la búsqueda de apoyos financieros a su persona. Respaldado por el éxito y las generosas plusvalías que genera, el jerezano ha forjado una sólida alianza dentro de su compañía, con dos tableros, Madrid y París, en los que se mueve como Pedro por su casa, y ya tiene en el inmediato horizonte metas más ambiciosas para las que va a necesitar el respaldo interno, y una gran solidez financiera que no ponga en duda ante los inversores internacionales el futuro de la inmobiliaria.
Estos dos hombres decidieron un día hacerle frente al “invasor” Caltagirone y le ganaron la partida. Su acuerdo –bien acompañado por los fondos de inversión y las Cajas de Ahorro que están en el núcleo central de Metrovacesa- cerró el paso a los italianos y permitió a la inmobiliaria española lanzarse a Europa y convertirse en la número uno. Román y Joaquín estaban condenados a entenderse y estaban condenados a enfrentarse. El primero ha llevado bien las riendas de la empresa. Ahí están los resultados. Y el segundo es el principal accionista y no se resignaba a actuar de mero comparsa de las decisiones empresariales.
Tenía que llegar y llegó el choque, y ninguno de los dos se merece que aquí y ahora ponga blanco sobre negro las mutuas acusaciones que me han comentado en las últimas semanas, y los calendarios pactados de traspasos de poderes. Y menos que se entre en la polémica de si Joaquín pacto con el grupo valenciano nuevas fusiones en la inmobiliaria con aportaciones de activos que diluyeran el capital y la importancia de la familia Sanahuja en Metrovacesa y consolidaran al presidente; o si Román quiso presionar con la compra de activos propios y exigencias inmediatas para sus hijos en el poder de la compañía, para poder mirar hacia la ex inmobiliaria de La Caixa, antes de que el avispado Luis Portillo desde Inmocaral se les adelantara a ambos y a la propia Metrovacesa comprando Colonial, en otro de los grandes “golpes” del sector.
Las dos opas en curso terminarán su camino, entre el cruce de comunicados y ofertas producto de una mala y discutible estrategia de comunicación que ha vuelto loco al mercado y a los inversores, y de la que una buena parte de culpa la tiene la CNMV del señor Conthe con sus farragosas y demoradas decisiones. Prácticamente se mantendrá el equilibrio actual, en base a los distintos porcentajes que representan las ofertas. Los dos saldrán reforzados, pero con números rojos y muy abultados en su propia y personal cartera de valores. Son muchos los millones que se han pedido a crédito y las cifras pueden asustar a más de una entidad financiera. Si obran con la cabeza bien fría y no con la entrepierna y el corazón caliente, la compañía saldrá ganando. El tiempo puede ser el mejor de los aliados y entre el dúo Rivero–Soler y la familia Sanahuja existe en un grupo de financieros que puede hacer de mullido colchón para dirimir las diferencias sin que se perjudique el valor de la empresa.

El sector está tan alterado financieramente que mientras en Metrovacesa se centraban en la gran pelea interna, en Sacyr tenían que mirar a los frentes abiertos en las autopistas y Luís del Rivero repasar la biografía de Luís Delso, y en FCC las huestes de Esther Koplowitz no dejar de mirar por el retrovisor el coche lanzado de los Entrecanales, otro de los grandes empresarios del sector se decidía a subir a Primera División y jugar a lo grande, lanzando una OPA al único valor por “libre” que quedaba en la Bolsa si dejamos fuera a ese “chicharro” especulativo que es Urbas, que tanto se parece en el nombre y que no tiene nada que ver ni en la historia, ni en los resultados: Urbis. Rafael Santamaría pactaba el precio de la acción con Banesto (dejaré para otro día el relato de las pasmosas 72 horas en las que el presidente de Reyal consiguió avales por la totalidad del capital de la compañía, pactando además con Florentino Pérez la compra del paquete en poder de ACS, y todo en la última semana de julio, con el ferragosto llamando a todas las puertas) y conseguía llevarse el gato al agua.
Reyal necesitaba crecer y Santamaría ha cogido el último de los grandes trenes. Pasa de ser una compañía familiar a una empresa cotizada en bolsa. Tendrá que cambiar de usos, reforzar el equipo con la entrada de nuevos nombres, remodelar el conjunto de las dos futuras fusionadas y aprovechar lo mucho de bueno y distinto que tienen las dos compañías. Materia prima y talento tiene dentro de ambas, pero la suma es difícil y habrá que mirar dentro de un año el resultado.
En conjunto más pasión no se puede pedir.
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