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La presidenta, el alcalde y su imposible convivencia

Si a Esperanza Aguirre, chulapa donde las haya, la invitaran a bailar el castizo chotis con Alberto Ruiz Gallardón llevaría un previsor cuchillo en la mano lista para clavárselo en la espalda a su odiado compañero y amigo. Y otro tanto haría el alcalde de la Villa y Corte llevado por los mismos afectos y ambiciones. Los dos líderes del PP madrileño no se aguantan, no se soportan y tal parece que su primer objetivo no es ganar las próximas elecciones de mayo del 2007 con la necesaria y obligada mayoría absoluta que les permita mantener los actuales gobiernos.

Antes muerto el adversario y competidor interno aún a costa de ver al socialista Rafael Simancas sentado en el despacho de mando de la Puerta del Sol con la imprescindible ayuda del nuevo candidato de Izquierda Unida, Gregorio Gordo.

Los dos líderes territoriales del PP reconocen en público y en privado que cualquier territorio y medio es bueno para atacar al
contrincante: desde las revistas del corazón a los diarios nacionales, desde la radio a la televisión autonómica, desde los rumores a los dossiers, desde las insidias a los chistes. Todo vale en esa feroz “guerra civil” que vive el Partido Popular en la Comunidad
madrileña, parecida a la que vive esa formación en la Comunidad valenciana entre Francisco Camps y Eduardo Zaplana, y que está proporcionando a los dirigentes socialistas las mejores armas de cara a la recta final de las elecciones autonómicas y municipales.

Aguirre cuenta con mayor capacidad de fuego mediático que Gallardón, pese a los cambios de posición que se observan en varios de los medios de comunicación madrileños de prensa escrita, pero con la ventaja de la utilización pura y descarnada de la televisión autonómica, hasta unos niveles que no se habían vivido ni en los tiempos de Joaquín Leguina, ni en los de Alberto Ruiz Gallardón.

La presidenta, que suspendió un cambio drástico que se iba a producir a comienzos de este año en Telemadrid por el enfrentamiento directo entre su presidente y su director general, y que vive en la zozobra de las disputas entre la COPE y El Mundo,
por un lado, y el ABC por otro, con el Grupo Prisa dispuesto a golpear en los lugares que más daño le hacen, sabe que para destrozar al alcalde no sólo bastan las informaciones más o menos duras y las posibles derivaciones judiciales de los escándalos de Marbella en Madrid, a través de las posibles declaraciones de Fidel San Román y Monserrat Carulla, e incluso de la aparición
estelar de Francisco Hernando, el constructor y promotor que ha convertido su apodo, “el pocero”, en toda una declaración de guerra
y de problemas para aquellos que han visitado su casa o su yate.

Es consciente de que tiene que “convencer” a Mariano Rajoy y a la cúpula directiva del PP de la posibilidad cierta de volver a ganar
en la capital con otro candidato que no sea el alcalde Gallardón.

Y ya ha dejado caer el nombre del ex ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, tras comprobar que su propia candidatura era poco
menos que inviable.

Es un terreno, el del partido, en el que ha perdido muchos puntos a nivel nacional, no a nivel autonómico. Su control del aparato
madrileño es muy grande tras pactar con los hombres de Rodrigo Rato sus incorporaciones a puestos de la Administración o de
determinadas empresas regidas por personas que le han demostrado una fidelidad casi sin límites.

De cara a las futuras citas electorales, el presidente de los populares mantiene la idea de llevar como número dos por Madrid
a las generales al actual alcalde, sobre todo si Rodríguez Zapatero decide adelantar esos comicios y hacerlos coincidir con los
autonómicos y municipales de mayo del 2007. Eso es malo para Aguirre, que tan sólo podría aspirar a la candidatura de la
presidencia regional dada la incompatibilidad de cargos que marcan los Estatutos.

Tan malo que a estas alturas de la carrera, desde su entorno se sigue proclamando que Gallardón no tiene segura su candidatura.

A Rajoy y Gallardón les unen los adversarios internos, y en ese camino se están encontrando con otros compañeros de viaje en parecidas circunstancias, desde el valenciano Camps al gallego Núñez Feijóo, pasando por el catalán Piqué, éste muy sujeto a lo que suceda en las elecciones autonómicas de noviembre.

Unos comicios que decidirán también una parte del futuro del propio Rajoy y de la estrategia del Partido Popular para los próximos meses.

Si el alcalde se ha buscado la protección y el apoyo del presidente del partido, por un lado, y del ex presidente Aznar, por otro,
en la persona de Ana Botella como posible sucesora si él tuviera que dejar el Ayuntamiento por otro puesto; Esperanza Aguirre se ha acercado a Angel Acebes y a Eduardo Zaplana, al tiempo que buscaba bases doctrinales en el entorno de la Faes, donde está uno de sus “chicos” preferidos, Javier Fernández Lasquetti. Fruto de esos enfrentamientos internos y posicionamientos personales, Rajoy ha elegido Valencia para la primera de las grandes Convenciones nacionales del PP, a celebrar a finales de este mismo mes, en lugar de Madrid en un gesto de apoyo a Camps y demostración de la importancia que da al mantenimiento del poder en la Comunidad valenciana.

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