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Amargos días para Aznar y González

Cuentan desde Faes, la autotitulado fábrica de pensamiento del PP que administra Javier Fernández – Lasquetty, que José María Aznar anda tan separado de Mariano Rajoy como Felipe González de Rodríguez Zapatero. Y cuentan los asistentes a alguna de las cenas que organizan Jesús Polanco o Luís García Cereceda que el que fuera carismático líder socialista llama de todo, menos bonito, al hombre que se hizo por sorpresa con el poder y está cambiando las reglas del juego.

Los dos ex presidentes se sienten olvidados y ninguneados por sus sucesores. No comparten sus actuaciones de poder u oposición
y creen que les han “traicionado”. La diferencia o la gran diferencia está en que mientras González se limita a expresar sus enfados en privado y sabe que su capacidad para influir o cambiar el rumbo del PSOE es mínima, Aznar cree que la situación de los populares es insostenible, que Rajoy no tiene ni el cariño, ni el respeto de sus dirigentes y militantes, y que es la hora de dar un golpe de timón, a semejanza de lo que hizo Manuel Fraga cuando Antonio Hernández Mancha estaba al frente del PP.

Son horas amargas para dos dirigentes políticos distintos y distantes pero que saben lo que es ganar por mayoría absoluta y salir
de La Moncloa con la derrota en su equipaje. González perdió por la mínima – aquello de la dulce derrota – pero perdió; y Aznar no se presentaba al frente de las listas de su partido en 2004 pero Rajoy se llevó la patada que los españoles le tenían reservada. Uno y otro, González y Aznar cambiarían el guión de la historia, si pudieran. El socialista no habría dado alas al experimento que comenzó fraguándose en casa de Trinidad Jiménez con su asentimiento y que terminó cerrando el paso a José Bono; y el popular habría dejado que Rodrigo Rato, su heredero natural, hubiera asumido la dirección del partido en lugar de emigrar hacia un
Fondo Monetario que ya le aburre, al igual que le aburre Washington, y del que está deseando salir para volver a implicarse hasta las cachas en la política nacional.

González y Aznar coinciden en otra cosa muy importante: los dos tienen abiertas las puertas de la Casa Blanca, los dos son interlocutores para Bush y su equipo, y a los dos les piden opinión y consejo sobre problemas internacionales, sobre todo cuando se trata del mundo árabe y de Hispanoamérica.

A Rodríguez Zapatero sólo la derrota le sacará de La Moncloa y de la secretaría general del PSOE. Y no parece que la historia
camine hacia ese final de forma inmediata. Todo lo contrario. El político leonés está más fuerte cada día, más seguro de sí mismo, con más control del partido gracias a José Blanco, con más control del Gobierno tras la salida de José Bono. También
más solo, por más partidos de baloncesto que juegue con su equipo de incondicionales.

A Mariano Rajoy le pueden echar de la dirección del PP unos malos resultados resultados en las elecciones autonómicas y municipales del 2007. Lo sabe él, lo saben Gabriel Elorriaga y Soraya Sáenz de Santamaría, lo sabe Ana Pastor, y lo esperan los tres únicos candidatos con posibilidades para sustituirle hoy por hoy. Lo sabe Aznar pero le está pudiendo la impaciencia, hasta tal punto que algunos con los que comparte sus confidencias creen que podría imitar a Fraga a la vuelta del verano, tras ver los resultados de las encuestas que maneja desde Faes, forzar un Congreso extraordinario del partido, tomar las riendas del poder y designar a un nuevo líder.
¿Quién podría ser esa persona?. Fraga se dejó convencer en Perbes por un pequeño grupo de dirigentes y cambió la carta de Isabel
Tocino por la de José María Aznar que por entonces gobernaba en Castilla y León. Le salió bien. Ahora, de repetirse o intentar repetir la historia, los candidatos podrían salir de Madrid, de Valencia, o de Washington.

En la sede central de los populares y en los núcleos de mando de las autonomías que gobiernan conocen de primera mano los deseos de Rodrigo Rato de volver. También que no lo hará contra Rajoy, que el actual director general del FMI no piensa en “moverle la silla” al político gallego, que sólo aterrizará en Madrid ante una situación de emergencia y de vacío de poder. Y que si se produce esa situación, el partido se volcaría en apoyarle, sin dudas de liderazgo de ningún tipo.

Otra cosa distinta es – siguiendo la hipótesis que Aznar contempla – si el repuesto se llama Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz
Gallardón o Francisco Camps. Aquí la guerra se declararía de inmediato entre las distintas familias y grupos de presión internos, con Angel Acebes y Eduardo Zaplana jugando fuerte sus propias bazas.

Queda, por último, una reflexión a modo de pronóstico que me realizaba uno de los hombres fuertes del PP con mando en plaza: si
esperamos a ver si Rajoy se la pega o no en las generales, aquel que haya perdido en las autonómicas se habrá ido a su casa, y habrá que buscar en las listas del Congreso al sucesor. Y en las listas se puede ir siendo alcalde, pero no siendo presidente
autonómico.

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