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El Mundial de Zapatero

El jueves, 25 de mayo, al final del entrenamiento de la selección española de fútbol en la ciudad deportiva de Las Rozas, el secretario de Estado para el Deporte y ex responsable del socialismo madrileño, Jaime Lizavestky, colocaba en la sudada camiseta de Raúl González la medalla de oro al Mérito Deportivo. Fue un acto casi clandestino, sin ningún tipo de ceremonia y sin más presencia que los compañeros del delantero del Real Madrid. 48 horas más tarde la selección empataba con Rusia en un encuentro amistoso y con pésimo juego. Si ese es el espíritu que llevamos a Alemania, el presidente del Gobierno no va a necesitar viajar.

España comienza este Mundial bajo mínimos. Con peores síntomas de los habituales y con la esperanza de alcanzar los cuartos de final, en los que nos podríamos encontrar con Brasil, un equipo que se considera inalcanzable para los jugadores que ha escogido el entrenador Luís Aragonés. Y si en el Mundial no avanzamos y caemos a las primeras de cambio, los efectos sobre la política se dejarán notar: para empezar en el referéndum sobre el nuevo Estatuto catalán.

El fútbol y la selección son de los pocos lugares comunes que van quedando para el conjunto de los españoles. De los éxitos o fracasos depende una buena parte de las señas de identidad que tenemos y mantenemos en común. Es así en política y hasta en psicología colectiva. Al ser un deporte de equipo más que de individualidades, el traslado del optimismo o el desencanto a los ciudadanos es más fácil y más rápido.

El presidente del Gobierno, que se dice hincha del Barcelona, tras ocho años de madridismo desde el palacio de La Moncloa con José María Aznar, sólo aparecerá en escena si las eliminatorias se pasan y España se “cuela” más arriba de lo conseguido en los últimos Mundiales. Poco amigo de las multitudes, Zapatero ha dejado que sean los Reyes o los Príncipes de Asturias los que acaparen para bien ( hasta ahora ) las imágenes sobre éxitos deportivos, desde Fernando Alonso a Rafa Nadal, el Barcelona o el Sevilla. En Alemania será distinto si se gana. Si se pierde de forma rápida – y en eso las apuestas están muy igualadas – los políticos harán mutis por el foro. Huyen de cualquier tipo de asociación con la derrota, sean del color partidista que sean.

Zapatero presume de tener suerte, de tener “baraka” política, de haber conseguido a la primera lo que sus antecesores al frente del Gobierno les costó tres intentos. Veremos si esa “suerte” es trasladable a otros ámbitos y a otras personas. Quieran o no quieran los jugadores, su entrenador y la Federación de fútbol, la vida política se nutre con voracidad de toda “medalla” que encuentra a su paso. Si España tiene éxito en Alemania, desde el Gobierno y desde el PSOE se apresurarán a lanzar las alabanzas por los cuatro costados; si se fracasa, ya se encargará la oposición de recordar lo “nefasta” que es la política deportiva del Ejecutivo.

Veamos ahora lo que está ocurriendo en la encrucijada del reciente debate sobre el Estado de la Nación: si aceptamos el refrán de “quien da primero, da dos veces”, Mariano Rajoy y Angel Acebes acaban de darle dos veces al presidente del Gobierno en su condición de secretario general del PSOE y a su hombre de Ferraz, José Blanco.

Las nominaciones de candidatos autonómicos por parte de los populares han despejado todas las dudas, con una gran sorpresa que ya ha causado inquietud en Castilla la Mancha: María Dolores de Cospedal, actual consejera de Infraestructuras del gobierno madrileño y que ha contado con el padrinazgo de Angel Acebes y Esperanza Aguirre. Será un hueso duro de roer para José María Barreda y un cambio importante en el PP de Castilla la Mancha, que andaba huérfano de liderazgos.

Los socialistas andan retrasados, con sólo una nominación hasta el momento: la de Rafael Simancas en la Comunidad madrileña pese a los malos sondeos que Blanco maneja respecto al PP de la reforzada Aguirre. Aún no saben que pasará en Extremadura con Rodríguez Ibarra y sus dudas respecto a encabezar de nuevo las listas del PSOE, ni si finalmente los ministros de Industria y Justicia serán cabezas de lista en Cataluña y Canarias; ni si algunas de las actuales ministras viajarán como candidatas autonómicas y municipales, lo que conllevaría la tantas veces comentada crisis de Gobierno ( la salida de José Bono no cuenta, y ya se está viendo que la información sobre el ex titular de Defensa y los dirigentes del PP, Zaplana y Gallardón iba por muy buen camino ). Tampoco tienen clara la renovación en A Coruña tras la salida de Paco Vázquez, y mucho menos la persona que se enfrente a Ruíz Gallardón en Madrid, dos plazas muy diferentes pero en las que el socialismo se juega mucho de su fuerza de cara a la gran confrontación de las generales, sobre todo si se adelantan los comicios al otoño del 2007.

Queda un año para que los españoles elijamos a trece nuevos presidentes de otras tantas autonomías y a miles de alcaldes en toda España, amén de las anunciadas elecciones en Cataluña con referéndum estatutario por delante. Un año en el que los ataques entre los granes partidos va a crear una atmósfera bastante irrespirable pues es mucho lo que se juegan como formaciones y como individuos. Zapatero llegó muy rápido al poder y no querrá irse de la misma forma; y Rajoy sólo tiene una bala en la recámara y muchos “pistoleros” a su alrededor.



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