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Javier Gomez Pioz: “La arquitectura es un camino para dejar constancia de nuestro paso por el mundo"

lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
Javier G. Pioz es una de las cabezas visibles de Cervera & Pioz, el despacho de arquitectos responsable de la Ciudad Española de Shangai. Con 26 años de experiencia a sus espaldas, otro de sus proyectos más singulares es la Torre Biónica. Se trata del rascacielos más grande del mundo, concebido por este madrileño como un ejemplo de construcción sostenible que supera el límite de los 500 metros. Pioz se confiesa entusiasta de las nuevas tecnologías, y no duda en aprovecharse de ellas para contactar con profesionales de todo el mundo, a quienes recurre para matizar y enriquecer sus diseños.
- Tienen oficinas en Shangai, Abu Dhabi y Taiwan. ¿A qué se debe tanto interés por Asia?
- Han sido las circunstancias las que nos han llevado a emprender caminos fuera de España. Empezaron a llegarnos encargos para trabajar en Asia, a raíz de que uno de nuestros proyectos resultó galardonado para diseñar la embajada de China en Madrid. Eso nos abrió muchas puertas, y ahora nuestra oficina más grande es la de Shangai. No tenemos ninguna duda de que el asiático, y especialmente Shangai, es un mercado con mucho potencial para la arquitectura, es como el Nueva York de los años 90.

- Con 26 años de experiencia a sus espaldas, ¿cómo empezó todo?
- A mediados de los 80, con la llegada de bancos extranjeros a nuestro país, nos dedicamos a hacer sedes bancarias. Tuvimos como clientes a Citybank y a Barclays Bank, entre otros. Después hicimos la sede del Banco de la Federación Rusa en Boronev, junto a Moscú. Fuimos el primer despacho español que diseñó un rascacielos en Rusia, y fue una experiencia muy enriquecedora. Poco después empezamos a interesarnos por la biónica, y eso nos llevaría a desarrollar nuestro diseño más conocido: la Torre Biónica, que sigue siendo, con sus 1.200 metros de altura, el rascacielos más alto del mundo.

-¿En qué estado se encuentra el proyecto?
- A nosotros nos gusta definirlo como un experimento, más que como un proyecto. Es un estudio sobre la aplicación de la biónica a la arquitectura, sobre el que todavía seguimos investigando desde nuestro departamento de estructura biónica de Cuenca. Concebimos el edificio como una estructura viva, parecida a una tela de araña en tres dimensiones, y totalmente sostenible. El rascacielos aún no ha pasado del papel a la realidad, aunque en China tienen mucho interés por construirlo. En otros lugares, sus planteamientos ya se utilizan como base para desarrollar edificios de 450 ó 500 metros de altura.

-¿De dónde nace su interés en el diseño de edificios en altura?
- Es una cuestión puramente racional. Debido al aumento de población, es necesario pensar en nuevos modelos de urbanismo, y nosotros optamos por el desarrollo de las ciudades verticales, como conjuntos de edificios sostenibles y eficientes que no tienen por qué tener limitaciones de altura. Somos ya 6.000 millones de habitantes en el mundo, y está previsto que doblemos esa cantidad en los próximos años, mientras que la superficie disponible del planeta sigue siendo la misma. Necesitaríamos construir cuatro veces más casas de altura media, chalés y viviendas convencionales para dar cabida a todo ese volumen de demanda. Así que, dado que hay que construir nuevos rascacielos, nos planteamos hacerlos de forma sostenible, eficiente y hasta edificante para el alma.

No podemos negar que sentimos un especial orgullo con las edificaciones en altura. Además, el 60% de su superficie resulta inservible porque está ocupada por los pilares. Es necesario revisar y racionalizar el diseño de estos edificios, ante las necesidades de optimización del suelo y optimización del gasto energético.

-¿Qué otros proyectos destacaría de los que tiene en marcha?
- Quizá la Ciudad China de Shangai, un complejo urbano construido sobre una parcela de 300.000 metros cuadrados, a 30 kilómetros de Shangai. Las autoridades buscaban descongestionar la ciudad, que ya tiene 18 millones de habitantes, y nosotros hemos buscado un difícil binomio entre la idea de la arquitectura española que tienen en China y elementos propios para que el resultado no resulte extraño para sus habitantes. También nos han encargado el diseño de un templo para mujeres viudas en Nueva Delhi, que es bastante singular porque trata de combinar el carácter tradicional de una construcción de este tipo con cierto aire de modernidad.

-¿Cuál de sus diseños le trae mejores recuerdos?
- Tengo especial predilección por los hospitales. Durante un tiempo hicimos muchos, y en todos tratamos de concebir espacios en los que la gente que tuviera que estar en ellos se sintiera mejor, y no acabase deprimida por el mero hecho de estar allí. El primero que hicimos fue uno que nos encargó el Insalud en Zaragoza. Volvimos al cabo de los años, cuando el centro ya llevaba tiempo funcionando, y tuve ocasión de conocer a un hombre, ya mayor, que lo visitaba con mucha frecuencia. Los médicos me dijeron que era uno de sus mejores clientes. Lo curioso es que no tenía ninguna enfermedad, sino que iba allí porque era el sitio en el que mejor se encontraba. Esa fue para mí la prueba definitiva de que habíamos conseguido lo que nos proponíamos en un principio.

-¿Cómo desarrollan su trabajo habitualmente?
- Las nuevas tecnologías posibilitan que nuestra oficina trabaje 16 horas, en lugar de ocho. Los bocetos nacen en Madrid, son definidos e interpretados por nuestros equipos de infógrafos en Argentina y Nueva Delhi. Las imágenes previas se cuelgan en la Red para que sean consultadas por los clientes, y eso nos permite definir el concepto hasta su conclusión. De este modo, cuando en Nueva Delhi se despiertan y añaden matices al proyecto, aquí estamos descansando, y viceversa.

- ¿No es también una forma un poco fría de trabajar?
- No lo creo. Conocer a profesionales de todo el mundo resulta muy enriquecedor, y el hecho de que estén a miles de kilómetros de distancia es puramente accidental. Hoy en día, la tecnología nos facilita mucho la labor. No tenemos mesa de dibujo como cabría esperar, porque no la necesitamos. Con un cuaderno, un lapicero y un ordenador estamos mucho mejor equipados que en los despachos más tradicionales. Las cosas han cambiado mucho en estos años, y creo que para bien. Los medios que tenemos ahora ofrecen más posibilidades para desarrollar nuestros proyectos.

Muy personal

- ¿Cómo define su trabajo?
- Para mí, la arquitectura es un arte, además de otras muchas cosas –una técnica, un oficio-, pero nuestra labor es más como la de un pintor o un escultor, con la diferencia de que los arquitectos pintamos nuestros cuadros en equipo. El cliente nos pide contar con un respaldo lo suficientemente sólido y fuerte para tener garantías. Eso nos lleva a unir la mentalidad del artista con la del empresario, aunque yo me decanto por la vertiente del pintor antes que la del ejecutivo.
- ¿Qué meta persigue en el terreno profesional?
- Facilitar la vida a los demás, y quizá dejar huella de nuestra presencia en el mundo. Un axioma chino dice que, puesto que se nos permite vivir tan poco tiempo, hemos de esforzarnos por dejar constancia de que hemos vivido. Para mí, la arquitectura es la manera de conseguirlo. Ya que tenemos que vivir en edificios, al menos hagámoslos bonitos, que sean cómodos y que nos apetezca habitarlos.
- ¿Cómo entró en contacto con el mundo de la biónica?
- Hace años encontré un pequeño libro de Littinevsky en las casetas de la Cuesta de Moyano de Madrid. Se llamaba Introducción a la Biónica, y ese fue mi camino iniciático en esta ciencia, que podría sintetizarse como el estudio de las estructuras que componen la naturaleza. Ahora, al concebir un diseño, no puedo evitar pensar que ella ya lo ha hecho antes, y mejor. Los años te hacen reconocer que la naturaleza es sabia.
- ¿Y qué le llevó a fundar una escuela de verano en Cuenca?
- Doy clases en la Politécnica de Madrid desde hace años, pero en 1992 surgió la necesidad de transmitir los principios de la biónica. Eso nos llevó a crear nuestro Departamento de Ingeniería Biónica en Cuenca.

Así lo veo

Gusto por el detalle. De alguno de sus primeros proyectos llegó a diseñar incluso los asientos de la sala de espera o los picaportes de las puertas. Ese fue el caso de la sede de Citybank en Cádiz. En aquella ocasión se inspiró en el hueso de la cadera de una ballena, que vio en un restaurante. Le llamó la atención la combinación de resistencia y flexibilidad. Guarda con cariño uno de esos picaportes en una vitrina de su despacho.

Un profesional ‘de altura’. Nacido en la Cava Alta de Madrid, habla con orgullo de su casa, el lugar en el que nació y donde años después montaría su primer estudio de arquitectura. El creador de la torre más alta del mundo, cuenta también con una altura nada despreciable de 1,84 metros. Tras sus gafas al aire esconde una mirada tranquila y reposada, y unos ojos, interrogantes y entusiastas, que disfrutan al encontrar respuestas.

Devoción por la clásica. Aficionado a la música clásica, reconoce entre risas que cantó en un coro durante su juventud. La considera muy adecuada para generar el ambiente íntimo y tranquilo que necesita para crear sus proyectos. Su mujer, Rosa Cervera, con quien comparte despacho, fue pianista profesional durante varios años. Ahora su hija le sigue los pasos y cursa estudios en el Conservatorio de Música de Madrid.

Así se ve

Homenaje a Gaudí. Apasionado por la obra del arquitecto catalán, tuvo ocasión de hacer un profundo trabajo de investigación sobre ella durante su etapa de estudiante en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Ahora homenajea al “maestro”, dedicándole uno de los edificios de su ciudad española en Shangai. “La arquitectura de Gaudí tiene mucho que ver con la biónica. En su obra las estructuras parecen tener vida propia”.

Naturista practicante. Admirador de la naturaleza, le gusta dar largos paseos por el bosque. Aprovecha sus frecuentes visitas a Cuenca por motivos profesionales para perderse entre los árboles. “Son los ejemplares vegetales que más se parecen a los edificios, y sus estructuras naturales nos enseñan mucho sobre lo que se puede hacer en la construcción vertical”. Observa la naturaleza como objeto de estudio, en busca de modelos que imitar.

Motorista entusiasta. Utiliza la moto para sus desplazamientos por la ciudad. Asegura que “las motos son unas máquinas muy bonitas, incluso cuando no estás sentado encima de ellas”. Describe con entusiasmo la sensación que siente cuando conduce. “Incluso los atascos son distintos si vas en moto, las percepciones son totalmente diferentes. En un coche te sientes mucho más encajonado, como aislado de lo que pasa a tu alrededor”.
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