
El círculo de los mentirosos
Estamos rodeados de mentiras, de la mañana a la noche. Cada minuto recibimos el impacto de un dato presentado como objetivo e indubitable, cada minuto se nos presenta una opinión salida de un supuesto experto en la materia que nos preocupa, cada minuto, desde la televisión a la prensa escrita pasando por la radio, Internet y el teléfono móvil se nos adoctrina respecto a lo que es bueno y malo, saludable y pernicioso, digno de creer o digno de rechazar. Y la mayor parte de lo que recibimos en ese minuto eterno responde a intereses muy concretos y muy poco sociales, a disparates consentidos y a mentiras programadas para anestesiarnos, adormecernos, asustarnos y, en consecuencia, convertirnos en ciudadanos fácilmente gobernables.
El círculo de los mentirosos es grande y poderoso. Lo integran políticos, funcionarios de organismos nacionales e internacionales, banqueros, empresarios, sindicalistas… aquellos que de forma directa representan el poder en la sociedad desarrollada en la que vivimos. Y pretenden que les hagamos caso, que comulguemos con sus respectivas ruedas de molino. Pretenden tener razón y que sus argumentos son los únicos validos para entender el mundo que nos rodea y los problemas que ellos mismos han creado.
Para empezar aquí y ahora, en la España de la crisis, están los políticos: los que nos gobiernan son capaces de decir dos verdades o mentiras opuestas en cuestión de segundos, y los que aspiran a gobernarnos no se lo piensan dos veces y hacen exactamente lo mismo: no hay medias tintas: unos se ufanan de hacer lo único que se puede hacer, y los otros se afanan en denunciar que lo que se hace es lo que no se debería hacer. Que el Gobierno sube los impuestos, pues no habría que subir los impuestos; que se sube más para los ricos, mentira pues no se aborda la gran autopista impositiva por la que circulan las auténticas fortunas. Se habla de socialismo y se pone en marcha la doctrina más liberal de todas. Se dice añorar a Marx cuando en realidad se actúa bajo la batuta de Popper.
Pongamos dos ejemplos últimos y muy educativos: la candidatura olímpica de Madrid y el secuestro del atunero Alakrana en las costas de Somalia. Todos sabían, conocían, estaban convencidos de que las oportunidades de Madrid eran mínimas, por no decir ninguna. La gran favorita era Río de Janeiro, pero había que vestir al muñeco hasta el final. Nadie estaba dispuesto a decir la verdad y a no engrosar el capítulo de gastos inútiles: el equipo del alcalde Gallardón quería consumir hasta el más mínimo de los porcentajes, el equipo de la presidenta Aguirre no podía aparecer como poco involucrado y restando posibilidades a la aventura, lo mismo que le pasaba al presidente Zapatero y los suyos, e incluso al Rey.
Tan cantado estaba el resultado –y tan presos todos de sus propias y peculiares mentiras– que hasta el presidente norteamericano, Obama, tuvo que acercarse a la capital danesa a cumplir con el ritual. Para volverse a Washington, eso sí, antes incluso que comenzaran las primeras votaciones. Todo estaba atado y bien atado en el COI y el guión se lo sabían de memoria los actores. Había que representar la comedia o el drama, según lo haya vivido cada cual, para entretener a los espectadores y eso se hizo. ¿Qué habrían dicho desde el PP gobernante en Madrid y desde el PP nacional si desde el PSOE gobernante nacional no se hubieran sumado a la mentira colectiva? Rodríguez Zapatero sería hoy el culpable de la derrota frente al triunfante Brasil de Lula da Silva.
Miremos el secuestro del atunero: el barco pescaba en aguas internacionales pero fuera del área protegida por los buques de guerra enviados desde Europa. Le asaltan los piratas somalíes y comienza la negociación. ¿Culpable? Para Mariano Rajoy no existe ni la más mínima duda: el gobierno de ZP como no podía ser de otra manera. Y desde el PSOE las inevitables y esta vez justas réplicas a la burda mentira. Se han acabado los grises y no digamos la gama de colores. Todo es blanco y negro. Caiga quien caiga: políticos, jueces, periodistas, policías, instituciones. Si hay que meter a la Casa Real en la pugna por el control de Caja Madrid, pues se mete. Y si hay que doblar y retorcer el derecho hasta hacerlo desaparecer a los ojos de todos los ciudadanos, pues se dobla y aquí no pasa nada. Todo vale menos decirle la verdad a los que se gobierna, convertidos en súbditos y no de la Monarquía parlamentaria si no más bien de la “dictadura parlamentaria”, aquella que convierte los votos y las elecciones en el fin de la democracia y se olvida de que ambos son un camino para ejercerla, y que ese camino se ha convertido en los 30 años que llevamos desde la desaparición formal de la Dictadura en una trocha de montaña llena de piedras y de baches que convendría asfaltar con una buena reforma en la que las “bicicletas” que montan nuestros líderes políticos dieran marcha atrás en algunos pedales, los de los 17 Estatutos que nos amenazan de forma federal especialmente.
Miro, por último a los “salvadores y sanadores” de la crisis: desde el FMI al Banco Mundial pasando por la Comisión Europea, el Banco Central y demás mentirosos compulsivos. Ni se enteraron de la que nos venía encima, ni son capaces de hacer un juicio acertado de sus causas y menos aún de su ritmo expansivo. Mentían antes y mienten ahora. Como oráculos no tienen precio y lo mejor que podían hacer es callarse durante una buena temporada dejando que los ciudadanos y la sociedad resolvamos el problema en el que nos ha metido su inoperancia y su complicidad con lo más avaricioso y pernicioso del sistema financiero mundial.
Y las encuestas, las inevitables, cotidianas y socorridas encuestas que suben y bajan a líderes, partidos, gobiernos… con apenas quinientas entrevistas a nivel nacional y márgenes de error superiores a la distancia entre las fuerzas partidistas y los dirigentes analizados. Rigor bajo cero, pero que sirve para titulares, ataques y vendetas personales o empresariales.
Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, por no señalar al resto de los líderes políticos del país se han enzarzado en una carrera en escalada a La Moncloa que les permite ahondar en el bipartidismo imperfecto en el que llevamos desde 1979, ya aprobada la actual Constitución, les ayuda a reforzar su posición dentro del PSOE y el PP y nos deja a los españoles con muy pocas o casi ninguna alternativa. O blanco o negro, todo lo demás se puede ir a la papelera. Nada de reforma constitucional, nada de reformas electorales, nada de listas abiertas o no bloqueadas, nada de abordar a fondo los problemas educativos y culturales de España, nada de activar los movimientos sociales. Que sigan adormecidos los sindicatos, que sigan adormecidos los empresarios… el círculo de los mentirosos es como la soga de los ahorcados: cuanto más patalee el que cuelga de ella, más rápido se muere.