pasaba por allí/Olga Heras
Un secreto conocido
Quien más y quien menos acudió a la constitución de la Asamblea de Madrid con el aliento contenido y ojo avizor ante posibles sorpresas
El malestar de Tamayo y Sáez en las filas del socialismo madrileño parece que no era ajeno a nadie; ni para el PP, ni para el propio PSOE. El enfado de los dos Renovadores por la Base en el reparto de futuros cargos del Gobierno autonómico se conocía. Los datos que se van haciendo públicos así lo atestiguan, pero ni en sus peores pesadillas el PSOE, ni en sus mejores sueños el PP, lograron calibrar el 'golpe' institucional que se cernía sobre el Hemiciclo vallecano.
La 'espantá' de Tamayo y Sáez, que dejó con la miel del gobierno rozando los labios del socialismo madrileño, no sólo ha cambiado el cariz de los ancestrales enfrentamientos entre las familias de la FSM (todos se miran de reojo previendo un tardío ajuste de cuentas y niegan enfáticamente haber tenido nunca relación, ni siquiera por casualidad, con los "balbases"), sino que ha desencadenado un incesante cruce de acusaciones entre populares y socialistas, cuya última variante es fomentar la duda sobre el grado de conocimiento que una y otra formación tenían de lo sucedido.
Unos y otros niegan la mayor, aunque se termina aceptando que algo, nunca de tal gravedad a lo ocurrido, eso sí, se escuchaba en comidas o contubernios políticos. Si José Blanco hablaba con Tamayo de sus "enojos" políticos el día antes de la constitución de la Asamblea, cómo no suponer que el diligente secretario de Organización Federal del PSOE llamaría, como mínimo, a José Luis Rodríguez Zapatero y a Simancas. Si José Esteban Verdes, supuestamente asesor judicial de Tamayo, habló en repetidas ocasiones con el diputado, entonces socialista, antes y después de su desaparición, es de suponer que las incesantes llamadas a su novia, actual concejala del PP en el Ayuntamiento de Madrid y ex viceconsejera de Presidencia de la Comunidad, Paloma García Romero, no serían únicamente para hablar de los preparativos de su inminente boda. Y cómo no presuponer que ésta, leal mano derecha de Manuel Cobo, no se apresuraría a informar a su jefe de filas de lo que se cocinaba en los fogones socialistas. O cómo obviar que el vicealcalde capitalino no diera cumplida cuenta de los problemas socialistas a Alberto Ruiz-Gallardón. Y cómo Verdes no iba a comentar tampoco con el secretario general del PP madrileño, Ricardo Romero de Tejada (amigo personal del contrayente), las cuitas de Tamayo al tiempo que solicitaba de él una y otra vez confirmación a su enlace. Una simple correlación lógica que lleva a pensar que Romero de Tejada, bastión de Rodrigo Rato en Madrid, explicara de forma pormenorizada al ministro de Economía los movimientos intestinos que se estaban produciendo en el PSOE madrileño.
Pillado en renuncio, Gallardón, que negó como San Pedro estar sobre aviso de los resquemores de Tamayo hacia su partido, se ha convertido en el primer político en admitir que "algo me habían comentado", gracias a que el ex consejero de Trabajo, Luis Peral, compartió mesa y mantel poco antes del "golpe" con un "ingenuo" socialista, José Manuel Franco, que en animada charla le habría hecho partícipe de las discrepancias que, al parecer, se habían desencadenado por la Consejería de Justicia entre Tamayo y Simancas.
La absoluta inopia que todos demostraban al inicio de este "escándalo" parece, por tanto, una parte más de la escenografía desarrollada para dar cuerpo a ese enmarañado ovillo en el que se ha convertido la política madrileña.