La contraportada
Arquitectura contra el Alzheimer
lunes 20 de octubre de 2014, 14:42h
Los enfermos de Alzheimer han conseguido remitir sus síntomas gracias a la arquitectura. El Centro Jazmín de Ciudad Lineal (Madrid), basado en la teoría del color y con una estructura circular, está arquitectónicamente diseñado para desarrollar un vida acorde con las limitaciones de esta enfermedad.
n el barrio madrileño de Ciudad Lineal se levanta el Centro Jazmín, un recinto pionero en el acogimiento de personas que padecen Alzheimer, enfermedad degenerativa del cerebro que deteriora al ser humano muy lentamente y le provoca pérdida de capacidades hasta llegar a un estado vegetativo.
El Ayuntamiento de Madrid, Obra Social Caja Madrid y Quavitae se han unido para crear una "pequeña ciudad" basada en la teoría del color, diferenciando espacios por colores, que permita a estos enfermos desarrollar una vida acorde con sus capacidades y frenar un poco la enfermedad, lo que conlleva un ahorro para el Insalud. El Consistorio cedió unos terrenos y Obra Social Caja Madrid financió la construcción de los 3.128 metros cuadrados que acogen a 59 pacientes residentes y 40 de centro de día. Quavitae lo gestiona.
La planta del edificio tiene forma de 'V' y cuenta en su vértice principal con una estructura circular que sirve como lugar de encuentro, de la que salen dos brazos, a derecha e izquierda, donde se sitúan las habitaciones. Este diseño arquitectónico tiene su fundamento en que desde el vértice principal de cada una de las tres plantas, donde se encuentra el mostrador de control de los gerocultores, se puede controlar de un solo golpe de vista tanto la plaza circular como los dos pasillos por los que deambulan los pacientes, síntoma característico del Alzheimer.
La plaza de las Flores recibe al visitante en la planta baja con un color azul verdoso que incita a la actividad, donde los pacientes de día y los residentes leves permanecen sentados como si de la plaza del pueblo se tratara. En esa misma planta se encuentra la plaza de las Delicias, pintada de amarillo, un color vivo que invita al paciente a mostrarse activo, que hace las veces de comedor, "porque no hay mayor delicia que comer", dice sonriendo Susana Palomo, directora del centro.
Desde esta planta asciende la rampa de deambulación, pintada de color naranja, color que se asocia a la actividad de recreo y la comunicación, que permite a los pacientes caminar y vagar sin peligro ni cansancio, gracias a su leve desnivel, y que también está pensada para facilitar la evacuación en caso de peligro. La rampa, de forma circular, sube hasta la segunda planta bordeando la estructura cilíndrica del edificio, que carece de separación entre pisos, únicamente existen unos paneles antisonido colocados para que los ruidos no molesten a los residentes de las otras dos plantas, y en la que cada nivel es una terraza desde la cual se ve todo el edificio.
La segunda planta cuenta con el paseo de las Rosas y el paseo de las Violetas, colores relajantes, donde se alojan los enfermos de grado moderado, y ascendiendo por la rampa se llega hasta la tercera planta, residencia de los enfermos severos. Para evitar que aquellos pacientes que pasan de un grado moderado a uno severo no noten mucha diferencia al cambiar de planta, los pasillos de la tercera están coloreados en tonos muy parecidos.
El edificio carece de ventanas, salvo en las habitaciones, pero un muro de pavés baña de luz el edificio, donde reinan dos lemas, "la única memoria que vale retener es la del corazón" y, la frase del neuropsicólogo Luria, "el hombre, aunque pierda la memoria, sigue siendo persona".