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LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

Dimas Vallina

Director general de la Fundación del Cemento y el Medio Ambiente (CEMA)
El cambio climático ha pasado de ser un tema de debate de la comunidad científica a objeto de debate mundano. Se trata de un reto global en el cuál el sector cementero quiere jugar un papel activo.
Con la entrada en vigor del Protocolo de Kioto en España se puso en marcha el Plan Nacional de Asignación de Emisiones (PNA). En el primer periodo (2005-2007) la industria cementera ha ahorrado 1,47 millones de toneladas de CO2 gracias a la implantación de las mejores técnicas disponibles, a razón de 10 kilogramos por tonelada de clínker producida.
En el segundo PNA, que asigna derechos para el periodo 2008-2012, al sector cementero le han propuesto emitir 29,015 millones de toneladas de CO2. Para esta industria significa continuar e intensificar el esfuerzo inversor realizado estos últimos años para seguir incrementando la producción y disminuyendo las emisiones. En este sentido, la industria cuenta con poco margen de maniobra, por las limitaciones propias del proceso —el 65% de las emisiones son irreducibles, ya que corresponden a la descarbonatización de la caliza— y porque ya es una de las industrias cementeras mundiales más eficientes en términos energéticos, junto a la de Japón y la de Corea del Sur, y se encuentra cinco puntos por encima de la media europea, gracias a las inversiones realizadas en los últimos 25 años. Por tanto, la única vía para potenciar la lucha contra el cambio climático es utilizar combustibles alternativos, pero para ello resulta imprescindible que las administraciones faciliten el acceso a los mismos.
La sustitución de combustibles de origen fósil por residuos, como neumáticos, harinas animales, aceites usados, plásticos, disolventes y otros se realiza en diferentes países desde hace más de 25 años con total garantía para la protección del medio ambiente y la seguridad y salud de los trabajadores.
Este proceso lleva asociado numerosos beneficios medioambientales, entre los que destacan el hecho de que trata los residuos de manera ecológica y segura aprovechando al máximo su energía y sin generar impactos añadidos sobre el entorno. Además, permite ahorrar combustibles fósiles no renovables y reducir el coste de gestión de residuos, ya que su gestión no necesita nuevas inversiones en infraestructuras.
Pero la ventaja indudable del empleo de combustibles alternativos en los hornos de clínker es la disminución de las emisiones de CO2, al sustituir combustibles fósiles por materiales que, de todos modos, se incinerarían o fermentarían en vertederos, con sus correspondientes emisiones. A este respecto, las empresas cementeras dejaron de emitir a la atmósfera 270.000 toneladas en 2006, el equivalente a las emisiones de 100.00 coches en un año.
En España, el uso de residuos como combustible alternativo representa un índice muy bajo (5,8%) en comparación con la media de la UE (14%) y se aleja de países como Holanda, Suiza o Austria, que oscilan entre el 40% y el 80%.
Teniendo en cuenta que los costes energéticos de combustible y la energía eléctrica suman más del 30% de los costes de fabricación, la reducción del consumo de energía y la diversificación de las fuentes energéticas son factores clave para la competitividad del sector cementero nacional. Si a esto le sumamos el hecho de que la valorización de residuos es una opción para reducir las emisiones, nos encontramos ante el mejor instrumento para luchar contra el cambio climático sin mermar la competitividad del sector.
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