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Los peligros de la Navidad

Los madrileños corremos en estas fiestas graves riesgos en dos aspectos fundamentales: la salud y el bolsillo. En lo que respecta a la primera, la proliferación de comidas de empresa, fiestas familiares y regalos alimenticios ponen a prueba nuestra capacidad de resistencia y lo normal es que aumenten espectacularmente nuestras cifras de colesterol y glucemia.
A ello se suma el hecho de que los gastos se disparan por el aumento del consumo y de los precios, que se han disparado no sólo en alimentos considerados de lujo, como las angulas, que harían exclamar al personaje televisivo Juncal, encarnado por Francisco Rabal, su famosa frase: “¡Ni que fueran perlas!”, sino en otros de consumo cotidiano, como la leche, las patatas, el pescado o la carne.
El Gobierno tiene explicaciones un tanto pintorescas para justificar estas fuertes subidas. Una persona tan seria y circunspecta como el vicepresidente económico, Pedro Solbes, considera que los precios aumentan más en España porque los ciudadanos no somos conscientes del valor del euro. Hasta él se equivocó al afirmar que un euro vale 160 pesetas. Pero no le falta razón al decir que hay personas que dejan propinas al tomar café que pueden llegar al 50% del valor de la consumición, aunque los empleados de café y bares digan que esto no ocurre en la realidad.
Por supuesto que, antes de la llegada del euro, nadie en su sano juicio dejaría 166 pesetas de propina por unos cafés. Los productos alimenticios suben por la demanda de países emergentes y, sobre todo, por los fallos en los procesos de distribución, un problema que ningún gobierno ha sabido resolver con eficacia.
Por último, los problemas de transporte. Las dificultades para moverse en coche por Madrid, los problemas de aparcamiento y las deficiencias del servicio público, especialmente de los autobuses, que prácticamente no existen cuando se terminan las cenas, y provocan que los que no utilizan el coche para poder beberse un par de copas compitan entre sí a la búsqueda de un taxi. No es extraño que haya muchos que deseen que las fiestas terminen.
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