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UNA ARQUITECTURA MÁS SOSTENIBLE

Carlos Hernández Pezzi

Presidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE)
El día 1 de octubre se celebró el Día Mundial de la Arquitectura bajo el lema “Transmitir arquitectura de emisión cero”. La conmemoración pone el énfasis en el hecho de que la construcción tiene una responsabilidad esencial en la producción de Gases de Efecto Invernadero (GEIs).
En los dos últimos años se han elaborado y dictado normas que ralentizarán el aumento de emisiones. Los GEIs, han aumentado un 48,5% desde 1990. Si no innovamos rápido, será difícil reducir las emisiones que se prevén un 52,64% más altas entre 2008 y 2012. Un cambio de cultura hacia la calidad de vida deberá comprometer a toda la sociedad.
Los arquitectos podemos y debemos contribuir a disminuir esas cifras, que no solo se basan en el consumo de cemento y acero, sino que se reflejan en el consumo de recursos no renovables, como el suelo. Hay también una producción ingente de residuos que habrán de minimizarse y controlarse mediante fórmulas avanzadas de reutilización y reciclaje, bajando las facturas en mantenimiento, creando sumideros de GEIs y limitando el consumo de recursos naturales. A la vez que optimizamos los balances de la eficacia energética y la proporción de las energías renovables en la edificación.
Transmitir arquitectura es la función primigenia del oficio de los arquitectos. La arquitectura es nuestro patrimonio habitable. Crearlo, transmitirlo y conservarlo lo mejor posible, es nuestra tarea profesional más importante, nuestro reto contemporáneo y con las futuras generaciones. Pero transmitir arquitectura no solo afecta a la técnica de construir; tiene también una obligación respecto de la comunicación, pues no podemos transmitir arquitecturas que despilfarren recursos, lenguajes y formas a cualquier precio y multipliquen el impacto sobre el medio ambiente. Y asimismo aflora una responsabilidad social a favor de las buenas prácticas, de la reducción del problema de la vivienda, de la mejora de la prevención de riesgos, la reducción de los accidentes laborales y fomentar el impulso a la investigación. Transmitir valores también consiste en reducir emisiones socialmente contaminantes.
No existe la arquitectura de emisión cero, pero nuestro trabajo consiste en idearla, en innovar para inventarla, para hacerla posible. No podemos conformarnos con las normas y reglamentos que ya nos exigen un esfuerzo de ahorro extraordinario. Tenemos que asumir que nuestro trabajo debe ayudar a la reducción de la fatiga ambiental y sus secuelas. En esta década, mejorar el diseño pasivo para el ahorro energético estará unido a pensar la arquitectura de menor impacto contaminante, ayudar con el urbanismo a reducir la movilidad insostenible, incentivar otros factores del territorio y corregir los impactos que produce la construcción de la arquitectura, para que esta sea cada vez más saludable.
Semejante esfuerzo no es una cuestión de indicadores, palabras, cifras o normas. El proyecto ha de ser un instrumento creativo desde el origen. Un documento arquitectónico debe saber reducir su impacto, bajar su coste ambiental y su mantenimiento, hacer mínima la emisión de gases de efecto invernadero, provocar la menor contaminación linguüística y formal: Evitar el despilfarro ambiental de diseños irresponsables o despilfarros de recursos es un valor ético de los arquitectos. Se trata de una cuestión de criterio y convicción en nuestra capacidad para que la arquitectura cumpla sus objetivos y ser patrimonio vivo de la humanidad que la habita.
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