Dos caras para la misma ambición
Son futuribles, vaticinios o si se prefiere simple y llanamente especulaciones que merodean el mundillo político madrileño, colocando frente a frente a dos personajes que poco o nada tienen que ver en estos momentos, pero que a tenor de esas cábalas ambicionan llegar a La Moncloa. Uno lleva años fajándose en el primer nivel de la política patria, el otro es prácticamente un recién llegado a los “púlpitos” de relumbrón, pero, dicen quienes le conocen, que hará lo indecible para que nadie le apee de ellos.
El primero, Alberto Ruiz Gallardón, no esconde sus ambiciones, la más inmediata convertirse en el número dos de Rajoy y con el tiempo, sin especificar cuánto, colocarse al frente de la nave popular. El segundo, Tomás Gómez, afianza como puede, pero con el apoyo expreso de Ferraz, su mando en plaza en el PSM y niega cualquier ambición más allá de la de ser el próximo candidato del PSOE madrileño en las elecciones autonómicas del 2011.
Por negar, niega Gómez la tentación de convertirse en próximo ministro si Zapatero gana las elecciones de marzo, aunque en su partido nadie duda que sí el actual presidente del Gobierno le dice ven, el actual alcalde de Parla, que ahora descarta con vehemencia la idea de abandonar la alcaldía hasta que no termine su mandato, lo dejará todo por cargar el maletín ministerial. Unos galones los de ministro que serían el primer peldaño para lanzarse, o al menos así se augura en los mentideros socialistas, a la conquista del liderazgo del partido, previo paso, eso sí, por las urnas autonómicas.
La distancia que separa a Gallardón y Gómez Franco es al día de hoy abismal en el fondo y en la forma, no sólo porque a uno le venga de cuna estar en las altas esferas del poder político y al otro le haya encumbrado una gestión más o menos acertada en el Ayuntamiento de Parla, que le ha convertido en el alcalde más votado de España. La diferencia también radica en que el alcalde capitalino camina con paso firme y autosuficiente por las procelosas aguas del PP (se dice que su confianza estriba en los apoyos económicos y mediáticos con los que cuenta), mientras que el regidor parleño prefiere colocarse bajo el manto protector del inquilino de La Moncloa para resguardarse de los aguaceros del socialismo madrileño, que no termina de sentirse cómodo con su estrategia y personalismo político. Por cierto que comienza a coger cuerpo el rumor de que si Zapatero gana las elecciones, no solo Gómez emigrara a un despacho ministerial, sino que habrá “limpia” de diputados autonómicos socialistas en la Asamblea de Madrid, donde ni el actual líder del PSM ni el Federal quieren voces críticas. La solución para pacificar y acallar a los descontentos puede estribar en lo que se ha dado en llamar la “patada hacia arriba”, que traducido sería ofrecer a los díscolos algún cargo en la administración central, véase una dirección general (lo malo puede ser lo efímero del puesto), para permitir que corra la lista y entren diputados sin el colmillo retorcido que se les presupone a los Piñedo, Nolla, Gordillo o Fernández.
Gallardón y Gómez son, en opinión de muchos y salvando las distancias, las dos caras de una misma moneda, la de la ambición de dos depredadores de la política, que no hay que descartar que en un futuro lleguen a medirse en las urnas.