Apretarse ante los aprietos
La vuelta de las vacaciones ha traído un panorama que no invita precisamente al optimismo. Los precios de las hipotecas siguen su marcha ascendente, con su negativa repercusión en muchas familias, mayoritariamente jóvenes. Lograr un piso protegido es una lotería que llena de alegría a unos pocos y de decepción a muchos más. Las condiciones que se ofrecen a los jóvenes para adquirir esos pisos las firmarían con gusto el resto de los ciudadanos. Pero es triste que para conseguir un piso haya que recurrir a la suerte.
El problema no es sólo de viviendas, sino de productos alimenticios de primera necesidad: la leche, el pollo, el pan, los huevos.. amenazan con subidas que afectarán a todas las economías familiares, en especial a las más modestas.
Va a ser necesario apretarse el cinturón. Mientras se mantenga la creación de empleo, la situación no será demasiado grave. Pero si llega una recesión, si la oferta de puestos de trabajo disminuye, y en consecuencia aumenta el paro, el panorama puede ser preocupante. Los inmigrantes, llegados en aluvión en los últimos años, será el primer colectivo en sufrir las consecuencias. No puede decirse que la política inmigratoria del Gobierno haya sido acertada. No hemos sabido aprender de la experiencia de países de nuestro entorno. El efecto llamada está produciendo el hacinamiento de familias de inmigrantes en pequeñas viviendas. Y también el efecto empadronamiento, para acceder a los servicios públicos.
El Ayuntamiento de Madrid actúa si hay más de quince personas empadronadas en un piso de 90 metros cuadrados. Son muchas personas para pocos metros. Claro que muchos residentes chinos, legalizados o no, considerarán que esta proporción es estupenda, porque ellos están mucho peor.
Hay que estudiar medidas; hay que prevenir antes de que los problemas económicos nos estallen en las manos.