FIRMAS

El dictador invisible

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Nadie o casi nadie lo cita como dictador. En una encuesta, pocos serían los ciudadanos que pondrían a Hosni Mubarak en la lista de tiranos mundiales.
Y eso que el presidente egipcio lleva 26 años en el cargo, no da síntomas de estar dispuesto a dejar el trono y gobierna el país del Nilo con similar dureza a la que lo hacían los antiguos faraones. Con similar dureza y bastante más habilidad, porque hasta la siempre puntillosa Unión Europea lo corteja y agasaja como un demócrata de primera.
Dicen los expertos que si se celebrasen elecciones verdaderamente libres en Egipto, ocurriría lo mismo que en Marruecos, Argelia o cualquier país musulman: ganarían los fanáticos. Mubarak lo sabe y lleva muchos años tratando de frenar a los Hermanos Musulmanes. De hecho, no les permitió presentarse en los últimos comicios, lo que no impidió a los islámicos –presentándose como "independientes"- copar 88 escaños de los 454 que componen el Parlamento. En 2005, hasta dio la posibilidad de que otros candidatos se presentasen a las presidenciales. La jugada, una de las muchas que ha hecho a lo largo de su larga carrera, le permitió mantener tapada la olla. Mubarak salió reelegido por un margen muy cómodo. Se cubre de las críticas occidentales, dejando que los 88 parlamentarios islámicos monten bulla en sus escaños. Lo que no permite son tonterías en las calles. Los principales activistas de los Hermanos Musulmanes, e incluso empresarios que los patrocinan, se pudren en prisión. Y sólo son noticia cuando comparecen, contritos y encadenados, ante los draconianos tribunales militares.
Una de las paradojas del longevo Mubarak es que nadie daba una libra por su cabeza, cuando en 1981 ocupó el trono dejado vacante por Anwar el Sadat, asesinado por soldados integristas, durante un desfile militar. Nadie dudaba de su dureza. Hijo de una familia burguesa, con modestos recursos, se construyó un brillante currículo militar. Fue piloto de combate. Había estudiado en la URSS y combatido contra Israel. Lo que se ignoraba era su habilidad política. Interna y externa. Un elemento clave de su éxito es su personalidad, ajena a estridencias y a decisiones erráticas, lo que se aprecia como una virtud suprema en una región pródiga en liderazgos controvertidos. Mubarak explota como nadie la posición de Egipto en el mapa y la necesidad de Estados Unidos de tener aliados en la región. En 1990, cuando Sadam Husein invadió Kuwait, se sumó a la gigantesca coalición liderada por George Bush padre. En 2004, cuando George Bush hijo puso en marcha la segunda invasión de Iraq, se opuso con fervor.
Tiene carisma pero le rodea una caterva de parientes y amigos corruptos que ha hecho cundir el descrédito entre las masas. A pesar de eso, durará y mucho.