FIRMAS

Una mañana con Lovelock

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Las cigüeñas ya no viajan, los árboles florecen en fechas inusuales y los veranillos del invierno son tan frecuentes que no tiene sentido llamarles con ese diminutivo. Algo preocupa de verdad cuando adquiere la categoría de asunto de conversación en los bares. El cambio climático nos inquieta. Tres mil franceses murieron en el verano de 2003 como consecuencia de las altas temperaturas de aquel verano atroz. Los polos se derriten, y se reiteran evidencias de que la atmósfera tose ante la energía que arrojamos al aire.
¿Recuerdan los CFCs? Hace ya unos años un científico británico llamado James Lovelock, miembro de la Royal Society, descubrió que estos gases provocaban el aumento del agujero en la capa de ozono. En unos años se cambiaron los aerosoles, y los líquidos de electrodomésticos. Lovelock ha vuelto. Tiene 86 años. No es un anciano pesimista sino un hombre que ríe como un niño mientras advierte del futuro que espera a nuestros hijos.
Hace unos días pasé una cálida mañana con él. No es un ecologista sino un científico. Su diagnóstico es claro. Los gobiernos insisten en que podemos hacer mucho contra el cambio climático. Lovelock asegura que no podemos hacer nada: la marcha de la Tierra hacia temperaturas altas es irreversible. Es más, dice que esto ya ocurrió otras siete veces: periodos calurosos alternando con glaciaciones.
¿Y entonces qué debemos hacer? Ante la pregunta clave, Lovelock responde que prepararnos para la migración, adaptarnos a la realidad de veranos con temperaturas similares a las de Bagdad, una desertificación que avanza sin parar y una gran dificultad para encontrar espacios donde cultivar vegetales para alimentar a la humanidad.
Este anciano sabio ha defendido desde los años 70 el uso de la energía nuclear, como la única que no produce gases de efecto invernadero y puede sostener nuestro ritmo de consumo. Hoy, cuando los gobiernos vuelven su mirada hacia la energía atómica, nos damos cuenta de que hemos perdido muchos años, que hemos sido víctimas de la propaganda ecologista, y que lo mejor que se puede hacer con las armas de la guerra fría es lo que hacen los franceses: utilizarlas como combustible nuclear.