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ETA deja en ridículo a ZP y a Otegi

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
ETA, con su atentado contra la T-4, en pleno corazón, de Madrid, ha dejado en ridículo a los dos protagonistas de las "conversaciones" que venían manteniendo sobre la esperanza de paz en el País Vasco: el presidente Zapatero y el propio Arnaldo Otegi, que ha demostrado que tiene poco que ver con el Gerry Adams irlandés y que no controla en absoluto a los duros de la organización terrorista.
El Gobierno, estaba claro, tenía conciencia de que había -como ocurrió hace 25 años con los Polis-milis y la Militar- dos ETAs y había apostado claramente por la primera pensando que tras los golpes recibidos gracias a la ayuda de Francia, y a los "efectos del 11-M", ETA no se atrevería a volver a matar. Como mucho creían los expertos del Gobierno que ETA organizaría algunas "tracas" explosivas durante el proceso, pero que los "buenos" se iban a imponer finalmente a los "malos". Pero éstos últimos, como han repetido en varias ocasiones a lo largo de la historia de ETA, han conseguido volar las negociaciones de paz y volver a colocar a cada contricante en su sitio.
Las dudas de la primera rueda de prensa de Zapatero, tras el atentado, negándose a dar por concluido el proceso de paz tenía su fundamento en querer mantener ese resquicio de esperanza en la duda de si había que responder, con toda la fuerza del Estado, al embite de los "malos" y reforzar su estrategia de "acción-reacción" o había que resistir a pie firme -frente a las críticas de la Oposición- y dar una nueva oportunidad a los "buenos" abertzales. Esta última opinión es la que sigue manteniendo, contra viento y marea, el presidente vasco, Juan José Ibarretxe, que se niega a aceptar lo que para el Goboierno se ha convertido ya en evidente: sus interlocutores en ETA no controlan la organización.
Zapatero se ha convencido finalmente en las últimas horas que ETA no hay más que una y es la que ha cometido el atentado contra los aparcamientos de la T-4 pudiendo haber provocado decenas de muertos. Si el atentado hubiera tenido como objetivo el mostrar fuerza sin querer matar, nunca se hubiera escogido colocar 500 kilos de explosivos en un lugar público, donde lo milagroso es que sólo haya dos desaparecidos.
La policía y el mando antiterrorista, que dependen del ministro Rubalcaba, también ha sufrido un duro golpe, aunque para muchos sea imposible evitarlo. Lo mismo ocurre con la policía francesa. Secuestrar a un joven durante dos días paseándole por carreteras francesas, coger su furgoneta, llenarla de explosivos y trasladarla hasta Madrid a través de la frontera y durante cientos de kilómetros, demuestra que los controles han fallado estrepitosamente en uno y en otro lado. La propia ETA ha arriesgado mucho en un atentado que de haberle fallado por la detención del comando le hubiera dejado mucho más debilitada. Con su "éxito" ha conseguido, sin embargo, restablecer su "autoridad" sobre sus militantes y, sobre todo, por encima de los líderes de Batasuna, que no se han atrevido a decir "esta boca es mía", seguramente más asustados que el propio Zapatero.
La Oposición, que dirige Mariano Rajoy, se ha visto también sorprendida por un atentado tan importante, a pesar de que ellos estuvieran convencidos de que ETA estabaa engañando al Gobierno -como lo hizo con Aznar- y que estaba rearmándose. Eso explicaría la relativa tranquilidad con la que ha reaccionado, aunque su diapasón irá subiendo con seguridad poco a poco de tono.
Con el atentado de la T-4 de Barajas, ETA se ha convertido en el primer y casi único objetivo del Gobierno y ha matado cualquier posibilidad de que Batasuna se presente a las elecciones municipales de mayo y sobre todo ha relegado al baúl de los recuerdos cualquier nuevo paso en favor de los nuevos Estatutos de Autonomía. El centralismo del Estado se reforzará sin duda.
La muerte de dos inmigrantes en la T-4 tendrá también un efecto probable en el voto que los trabajadores extranjeros -cada vez más importantes políticamente hablando aparte de lo social y económico- puedan depositar mayoritariamente en los próximos comicios. Un efecto secundario que puede tener más importancia de lo que parece.