Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La presidenta de la Comunidad de Madrid tiene motivos para estar contenta. 2006 ha sido un buen año para sus intereses: se ha consolidado como uno de los grandes referentes del Partido Popular a nivel nacional al tiempo que acrecentaba y monopolizaba el control sobre su partido dentro de la región, ganando incluso con nota en su vieja y nunca resuelta batalla con su compañero Gallardón; ha elevado su nivel de confrontación política hasta llevarla directamente contra el presidente Zapatero, sustituyendo en la misma al líder del PP y proporcionando a sus militantes una alternativa a Mariano Rajoy para un futuro cada vez más próximo; puede presentar un balance de gestión de su gobierno bastante aceptable; y sobre todo puede mirar hacia atrás en la carrera electoral del próximo mayo sin muchos problemas: sus rivales, tanto el socialista Simancas como el comunista Gordo caminan muchos pasos o votos detrás.
Esperanza Aguirre, si aceptamos los datos de todas las encuestas, publicadas y no publicadas, dispone de una mayoría absoluta suficiente, y salvo grandes sorpresas de última hora, que siempre son posibles, ganará con holgura y seguirá gobernando dentro de seis meses. Por sus aciertos y por los errores de los adversarios no ha sufrido un desgaste apreciable durante estos tres años, ni siquiera con el polémico tema de la sanidad y los enfrentamientos entre el consejero Lamela y los médicos del hospital de Leganés por el tema de las sedaciones; y mucho menos según parece por el intento de involucrarla en los negocios de algunos de sus familiares relacionados con el urbanismo.
Convertida en referente para una buena parte de los seguidores del PP, populista hasta desprenderse del sambenito aristocrático de su marido, locuaz y sin complejos, cierra el año con todo a su favor, incluido su acercamiento al ex presidente Aznar y al portavoz parlamentario del partido, Eduardo Zaplana. Las nubes que pueden amenazar a parte de sus colaboradores dice que no le preocupan, y que si descargan por la presión de los socialistas, a ella en particular la dejarán “seca”. Genio y figura hasta para los desplantes y las comparaciones disparatadas que le hacen desde la oposición, como es ponerla en el lugar del general Moscardo en el Alcazar de Toledo durante la guerra civil, una figura oratoria y mitinera que evidencia la falta de argumentos contundentes por parte de su rival, Rafael Simancas, o la equivocada estrategia que está siguiendo el PSM si de verdad quiere acabar con la mayoría
absoluta de la que goza Aguirre.
Y entramos en el área de los socialistas: mal año para Simancas y los suyos, que han visto como no hacían mella en los apoyos ciudadanos al gobierno del PP, con un nivel de aceptación más bajo que los que se dieron en 2003, en las dos elecciones autonómicos que hubo que celebrar; seguían sin poder demostrar que hubo una conspiración para impedir la llegada de la coalición de izquierdas a la Puerta del Sol; y se mostraban incluso indefensos ante la irrupción de la dirección federal en los asuntos internos del partido, sin voz, ni voto en la difícil, complicada y disparatada elección del candidato al Ayuntamiento de Madrid que ha terminado en la persona del asesor presidencial, Miguel Sebastián, tras las “renuncias” de Pepe Bono y Teresa Fernández de la Vega, y la salida injustificada y apresurada de Trinidad Jiménez hacia la secretaria de estado de Exteriores.
Rafael Simancas no manda más en el socialismo madrileño, por más apariencias que se hayan dado en estos meses. Más bien ha sucedido lo contrario, con mayor distanciamiento de los alcaldes del PSOE que gobiernan en muchos de los grandes Ayuntamientos de la región, y un claro distanciamiento de los que fueron sus apoyos para llegar a la secretaría general, en
especial los antiguos guerristas de José Acosta. No ha ganado en imagen social ( basta con ver que tras la designación de Sebastián, éste le aventajaba en reconocimiento popular en la primera de las encuestas) y tampoco lo ha hecho en estatura política: no ha sido capaz de ofrecer un programa alternativo creíble y un equipo de gestión sustitutivo al de Aguirre, un “gabinete en la sombra” con el que atraer el voto de los madrileños. Desde esas premisas, ha perdido tres años preciosos en los que su gran activo es la confianza que ha depositado en él Rodríguez Zapatero al mantenerlo como candidato al frente de las siglas de su partido, una confianza por la que muy pocos apostaban tras la victoria de ZP en las urnas en 2004 y las tensas relaciones que habían tenido unos meses antes.
El PSOE, si las cosas no cambian mucho, va a salir doblemente derrotado en Madrid, lo cual representará un duro golpe para sus candidatos, pero también para su primera figura y para su responsable de organización que desde hace meses vienen asegurando que se implicarían de forma directa en estas elecciones madrileñas, y que pensaban ganar. Si estos último es difícil que lo consigan, la implicación es más que razonable ya que la Comunidad y la Alcaldía son el plato fuerte de los comicios de mayo. Ganar en Madrid es colocar el altavoz del éxito de cara a las elecciones generales ( salvo que se celebren todas juntas, algo que desde el PP se teme más de uno, pero que desde el PSOE niegan una y otra vez ) en una especie de “primarias” que hacen moverse al electorado. Los socialistas en particular y la izquierda en general necesitan de una gran afluencia a las urnas para ganar. Eso se ha comprobado elección tras elección y territorio tras territorio. El último ejemplo está en Cataluña. Si bajan los votantes, las posibilidades del PP de mantener las mayorías absolutas de las que gozan en esos dos puntos clave, aumentan de forma inmediata. Y centrados los debates políticos y los ataques mutuos en el urbanismo y en las denuncias inmobiliarias, es más que previsible que muchos votantes se queden en sus casas ante el convencimiento de que “todos son iguales”, algo que más que perjudicar a casos y nombres concretos de alcaldes y Ayuntamientos, perjudica al sistema democrático en su conjunto.
Si tanto el PP como el PSOE han mantenido a sus candidatos, en IU han hecho todo lo contrario: han cambiado a lo “bestia”. Un bandazo más dentro de lo que nos tiene acostumbrada la coalición, fruto de los enfrentamientos internos entre las corrientes, mucho más que de nuevos planteamientos programáticos que ofrecer a los electores. La baza de Gregorio Gordo tiene la
dificultad añadida del escaso conocimiento que se tiene de él a nivel autonómico. Le falta imagen y será difícil que la consiga en estos meses, si es que no se vuelve a replantear en IU la propia designación de sus cabezas de lista para la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital con Angel Pérez en lugar de Inés Sabanés. Gordo puede funcionar como líder, pero con tiempo, con
más rodaje, con más unidad interna entre los suyos. Puede ser más flexible en los futuros y necesarios pactos que tendrá que negociar con el PSOE, al igual que le pasará a Simancas, pero en los Ayuntamientos. No parece que lo pueda hacer a nivel de Parlamento regional para evitar lo que ocurrió el 10 de junio del 2003. Ya ha pasado por la Puerta del Sol para evitar el desgaste
institucional de los municipios, para hablar en su nombre y en el de algunos munícipes socialistas. Esa es una buena virtud. Habrá que ver si le basta para consolidarse él mismo.
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