Vuesva usted mañana, ... otra vez

Parece que los tiempos en los que el intrépido Mariano José de Larra, pluma en mano se acercaba a las ventanillas de los funcionarios con la esperanza de obtener respuesta a sus problemas no nos quedan tan lejanos. Eso es, al menos, lo que pone de manifiesto la principal conclusión de una firma de estudios, que asegura que los procesos de recalificación de suelo, para hacerlos con todas las garantías, podrían llegar a demorarse entre diez y quince años.
Una operativa tan ágil supondría un obstáculo evidente para el desarrollo económico y urbanístico de nuestros pueblos y ciudades. Es cierto que las irregularidades que salpican las páginas de los periódicos relacionadas con las atribuciones de los consistorios y los gobiernos autonómicos en esta materia se verían minimizadas desarrollando estudios tan minuciosos, pero en un mundo como el actual, sometido a los rigores del tiempo y en el que se impone el vértigo casi como forma de vida, sería necesario acortar los plazos.
La virtud, como dijo el sabio, está en el término medio, así que lo correcto sería tratar de limitar los plazos lo máximo posible, y hacer las gestiones con el máximo rigor para evitar situaciones indeseadas, y que, a pesar de las apariencias, siguen siendo una excepción en un sector cada vez más profesionalizado.
No comparto la opinión transmitida por la responsable de este informe en la que argumenta que la falta de financiación de los ayuntamientos se encuentra tras el aumento de la corrupción urbanística. Es cierto que la política de financiación de las entidades locales deja mucho que desear, pero no lo es menos, que como ciudadanos debemos exigir la máxima eficacia y transparencia en la gestión de los recursos públicos a quienes nos representan en los distintas administraciones.
Las, por otro lado necesarias, mejoras en el sistema de financiación ayudarían a encontrar una solución, pero para dar con ella de forma definitiva debemos apelar a la responsabilidad profesional y política de unos y de otros.