Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La España futbolística está dividida en los últimos tiempos entre los partidarios y los detractores de Raúl González Blanco. Como les suele ocurrir a los grandes, el capitán madridista no deja indiferente a nadie y ambos bandos encuentran motivos para defender sus tesis.
A Raúl le defienden sus números: es el máximo goleador de la selección española, de la historia de la Liga de Campeones, de los jugadores en activo de la liga española y ha contribuido decisivamente en los últimos grandes éxitos de su equipo.
A Raúl le critican que con él, España no haya conseguido nada en los grandes campeonatos (como si hubiera jugado él sólo) y su bajo nivel en las últimas temporadas. En su contra también ha jugado la poca capacidad que ha tenido a lo largo de su carrera para ser relaciones públicas con la prensa y una imagen de persona algo distante y poco simpática. El hecho de que desde muy joven fuera escrutado cada paso suyo por millones de personas le hizo meterse en una concha para defenderse, algo que ha terminado por perjudicarle.
Dicho esto, creo que, como ha ocurrido siempre, el tiempo será el que ponga a Raúl en su justo sitio dentro de la historia del Real Madrid y del fútbol español. En España somos muy aficionados a levantar ídolos para luego hundirlos y algo de eso está ocurriendo ahora con el 7 blanco. De él no se puede discutir su profesionalidad y entrega en el campo y sobre su nivel futbolístico habría que decir que pocos futbolistas hay que a lo largo de una carrera de más de diez años no hayan tenido altibajos. Por supuesto que se puede defender la tesis de que en los últimos tiempos ha habido jugadores en mejor forma que Raúl para ir a la selección, pero de ahí a querer hacerle responsable de no se cuantos males futbolísticos hay una distancia.
Me temo que la decisión de Luis Aragonés de no convocar a Raúl para el partido de Suecia no va a poner fin al debate que estamos viviendo en las últimas semanas sobre el capitán madridista. Más bien al contrario ya que dependiendo de lo que ocurra en ese encuentro, volverá a haber motivos para hablar en un sentido o en otro. La pregunta es, ¿de verdad es tan importante en un deporte donde juegan once personas la aportación de uno solo para explicar los fracasos o los éxitos que se tengan?