Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE quiere que el ex ministro de Defensa, José Bono, sea el candidato socialista a la alcaldía de Madrid, seguro de que con esa baza su partido no sólo rompería la mayoría absoluta del PP con Alberto Ruiz-Gallardón, también lo haría en la Comunidad que gobierna Esperanza Aguirre. Dos cabezas por la influencia de una.
Las razones de Rodríguez Zapatero no son ni nuevas, ni distintas de las que llevaron al líder socialista a plantear esa posibilidad a su equipo de confianza en mayo de este mismo año. Apenas un mes más tarde de la renuncia de Bono como ministro de Defensa, la posibilidad de que encabezara la candidatura del PSOE para la capital tomó carta de naturaleza en todas y cada una de las encuestas que el partido ha realizado con vistas a “testar” las diferentes alternativas que se han sucedido en estos meses, una vez “decidido” que Trinidad Jiménez no repetiría en el cargo.
En las distintas ternas elaboradas desde la sede de Ferraz para que se testaran entre el electorado madrileño, siempre ha destacado el hecho de que el ex presidente de Castilla la Mancha era el único candidato que recibía más apoyos que el actual alcalde del PP, incluso entre el electorado de derechas. Bono estaba muy por encima de otras alternativas como Javier Solana, Manuel Marín, Josep Borrell o Peces Barba. Nunca se incluyó en las encuestas el nombre de Felipe González, y sólo en el último mes se ha incluido el de la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, quien por el contrario goza de mayor aprecio que Bono entre los militantes del PSOE en Madrid, tal y como quedó demostrado hace unos días en las intervenciones del propio secretario general del PSM, Rafael Simancas, y de varios alcaldes socialistas en la localidad de Fuenlabrada.
El ex ministro de Defensa, que abandonó el cargo por motivos familiares y que aseguró que sólo regresaría a la política activa si el presidente del Gobierno se lo pedía, ha mantenido durante estos meses una intensa actividad personal con diversos cargos del Ejecutivo y de su partido. En reuniones en Moncloa y en su domicilio particular, Bono ha recibido presiones y todo tipo de argumentos para que aceptara el papel de candidato. Resuelto al principio a decir que no, se ha encontrado con que desde la propia presidencia de su Comunidad y desde órganos del partido –y sobre todo desde la presidencia del Gobierno de forma reiterada– se le han colocado delante de sus ojos los datos de los últimos sondeos, realizados hace apenas unos días: con él al frente de la lista socialista al Ayuntamiento de Madrid, el PSOE ganaría no sólo en el ámbito local, también en el autonómico. O lo que es lo mismo: con él como compañero de terna electoral, Rafael Simancas lograría quitarle la mayoría absoluta de la que goza Esperanza Aguirre, y podría volver a plantearse un Gobierno de coalición con Izquierda Unida, en la persona de su candidato, Gregorio Gordo.
La encuesta que le ha hecho llegar José Blanco desde Ferraz destaca que el PP, con Gallardón como candidato, perdería en la capital un 16% de voto, y que de ese monto de votantes, un 11% estaría dispuesto a cambiar de lista y votar socialista si el candidato es Bono. De igual forma, y en voto directo le atribuye al ex ministro, un 8% más que a su posible rival del PP.
Teresa Fernández de la Vega, José María Barreda y Rodríguez Zapatero, entre otros líderes importantes del PSOE y con influencia en el ex presidente manchego, están convencidos de que Bono hará lo que sea mejor para el partido, y que si tiene que hacerlo se enfrentará a un Gallardón con el que siempre ha mantenido buenas relaciones, unidos los dos por una cierta heterodoxia dentro de sus propias formaciones políticas.
Uno de los obstáculos con los que tendría que enfrentarse Bono dentro de su propio partido es el sector guerrista que en Madrid lideran José Acosta y Juan Barranco, que siempre se han mostrado contrarios al ex ministro de Defensa, y que fueron parte importante en su derrota como aspirante a la secretaría general del PSOE en el año 2000, en el trascendental 35 Congreso Federal en el que apareció y venció por nueve votos el hoy presidente del Gobierno.
La estrategia de Moncloa y de Ferraz es dilatar lo más posible el nombramiento de candidato, convencidos tanto ZP como Blanco de que, dado que será una persona muy conocida y popular, no necesitará una campaña larga para darse a conocer, y que cuanto más retrasen la elección “más nerviosos se pondrán en el PP y más posibilidades tendremos que ganarles y gobernar en Madrid”.
Saben, y así lo han comprobado en todos los sondeos que se han realizado en este año, que Rafael Simancas es un candidato que necesita de fuertes apoyos, ya que no ha conseguido trasladar una imagen fuerte y creíble de Gobierno a los ciudadanos de la Comunidad, y que éstos no pueden venir sólo de una gran presencia de Rodríguez Zapatero y de sus posibles éxitos como presidente a nivel nacional (fin del terrorismo de ETA para siempre, entre otros) lanzados en la campaña electoral del año próximo.
Autonomía madrileña y capital de España van juntas en la oferta, y hoy por hoy sólo aparecen dos personas entre la militancia socialista capaces de romper la hegemonía que Esperanza Aguire y Alberto Ruíz-Gallardón mantienen desde hace tres años: Bono y Fernández de la Vega. La última palabra la tienen cada uno de ellos, pero los argumentos decisivos y la oferta final están en poder del actual inquilino de La Moncloa.