Oscar Alcaide

La soledad debe amenazar el alma de igual modo para todos. Ella se perfila como compañera de la gran igualadora y no distingue entre razas, sexos ni clases sociales. Desde el más humilde trabajador hasta el empresario, capaz de ganar más de 300 millones de euros en apenas unos días, tiene momentos en los que se siente hundido y sólo. De nada le sirve al primero formar parte del estrato social más numeroso en el mundo, ni al segundo sus riquezas cuando se enfrenta a los sentimientos más primitivos de la condición humana.
Pero tanto José Manuel Entrecanales, como Ramírez Pomatta o Florentino Pérez tienen motivos para estar de enhorabuena estos días, y no me refiero a los que son evidentes y que han hecho engordar sus carteras en los últimos días, sino al hecho de que cada vez son más. Según la consultora londinense Boston Consulting Group que el número de millonarios se multiplica de forma sorprendente en los países emergentes. El número de millonarios en el media crecerá un 5,6% de media al año hasta 2010, y Brasil, Rusia, Italia, India y China serán su particular paraiso, puesto que en estos cuatro países, considerados “emergentes”, el crecimiento será de un 11% anual. La banca privada ya ha empezado a tomar posiciones y ha aumentado su inversión en Asia para gestionar las nuevas fortunas.
Hasta Armani, Jil Sander, Tom Ford o Burberry, conscientes del potencial que supone esta nueva situación, se han propuesto competir con la tradicional sastrería londinense de Savile Row para competir en el mercado de trajes hechos a medida. Las grandes casas de diseño se han lanzado a diseñar americanas con elementos distintivos, y pantalones de lanas especialmente lígeras para configurar trajes personalizados que rondan los quince mil euros, para vestir a los nuevos ricos del mundo, que a estas alturas andarán disfrutando de un café a orillas del Sena, después de haberse dado un paseo por el Salón Internacional del Automóvil de París.