Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Elegido primer ministro hace ocho meses, con la promesa de entregar a los palestinos el control de Cisjordania, Ehud Olmert se enfrenta estos días, con más contundencia incluso que la que nos tenía acostumbrados su antecesor Ariel Sharon, a una guerra en dos frentes, sobre territorios que Israel abandonó recientemente.
La actitud de Olmert es consecuencia de la necesidad israelí de dejar claro ante los árabes que no permitirá ataques contra sus ciudadanos y su territorio, montados desde un futuro Estado palestino o desde cualquiera de los países vecinos. Pero también de la propia personalidad del nuevo primer ministro. Olmert no pertenece a esa casta de bravos generales que históricamente han liderado Israel. Abogado correoso, alcalde de Jerusalén y varias veces ministro, aunque nunca tuvo una de las carteras realmente claves, que son las relacionadas con la seguridad. Su ministro de Defensa, el laborista Amir Peretz, se hizo famoso como dirigente sindical y no como soldado. Su principal asesor militar, el teniente general Dan Halutz, es el primer miembro de la Fuerza Aérea que ejerce de Jefe de Estado Mayor.
Esto ha empujado a los que critican con saña a Israel, a hablar de inexperiencia y a utilizar expresiones como “novatada” para explicar la línea seguida por Israel, pero no hay nada de eso. En la patria de los judíos, hasta los niños saben que a la hora de la verdad sería suicida fiarse de la comunidad internacional y que la supervivencia depende de ellos mismos y de su fuerza. La biografía de Olmert, no deja lugar a dudas. Su padre, fallecido en 1998, fue un sionista de la diáspora oriundo de Rusia que en 1919 huyó de los bolcheviques y se instaló en China, desde donde emigró a Palestina doce años después. Era un político nato y se convirtió en diputado apenas crearse el Estado de Israel en 1948.
El joven Olmert, por tanto, nació y creció en un entorno laico y profundamente identificado con el nacionalismo judío. No fue un guerrero, pero hizo el servicio militar en un regimiento de infantería de la Brigada Golani, una de las unidades más combativas de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), y resultó herido en combate. Poco después, se matriculó en la Universidad y se licenció en Derecho. El 2 de noviembre de 1993, después de que Rabin y Arafat firmaran en Washington una Declaración de Principios, que terminó en agua de borrajas, Olmert se aupó a la alcaldía de Jerusalén en la lista del Likud, derrotando contra todo pronóstico al laborista Teddy Kollek, que llevaba 28 años en el puesto.
En diez años como alcalde, nadie como él supo maniobrar para hacer de Jerusalén la capital “completa y unificada” del Estado judío. Ya entonces dejó patente que no es de los que dudan.