FIRMAS

Las trincheras

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La feroz guerra política entre PSOE y PP, entre Gobierno y oposición, entre Zapatero y Rajoy, que no parece tener fin, ni techo, y que se prolongará de forma inevitable hasta que las urnas arrojen sobre la arena a los perdedores y lleven al trono del poder a los vencedores, se ha llevado a los medios de comunicación por expreso deseo de los dirigentes de los partidos y de las empresas y los directores de una gran mayoría de medios. Pongamos como ejemplo cuatro de los principales sin que por eso se cierre el abanico de "combatientes": El País de Juan Luís Cebrián y Javier Moreno, y El Periódico de Antonio Franco y Rafael Nadal, a un lado; El Mundo de Pedro J.Ramírez y La Razón de José Manuel Lara y José Alejandro Vara a otro, con el ABC de Bergareche y los Luca de Tena y con José Antonio Zarzalejos de nuevo al mando navegando entre dos aguas, intentando salir de la presión que los anteriores le están efectuando a todos los niveles. En este contexto se han consagrado las trincheras periodísticas e informativas en la prensa. Se ve en los titulares de cada día, en la forma de redactar las informaciones, y sobre todo en los comentarios que se firman desde las columnas de opinión. La munición es convergente y aparentemente gana quien es capaz de concentrar mayor capacidad de fuego durante mayor tiempo.
El gran cuerpo de los ejércitos está en la prensa escrita, pero ésta se sirve de dos grandes potenciadores de sus discursos como son la radio y la televisión, con independencia de que las cadenas pertenezcan al mismo grupo, coincidan o no los directores de los programas y los contertulios, y unos y otros se hayan planteado los mismos objetivos. También aquí la capacidad de sumar aliados con igual o superior virulencia dialéctica es importante, dado que el conjunto o el efecto del conjunto es el que más y mejor moviliza la voluntad de las planas mayores de los partidos, en un fenómeno que se retroalimenta y se expande hacia la sociedad civil y muchas de las organizaciones que la estructuran. Y de nuevo el mejor de los ejemplos: la Asociación de Víctimas del Terrorismo.
En la radio es donde se escuchan los mayores acentos de agresividad: la Cope liderada por Jiménez Losantos y César Vidal frente a la Ser conducida por Carles Francino y Carlos Llamas, con la diferencia que no es poca de que mientras en la primera junto a las posiciones ideológicas y partidistas está el lenguaje duro y bastante soez de muchas de las intervenciones, en la segunda las expresiones permanecen dentro del respeto estético de las palabras. La tercera en discordia, Onda Cero, cuenta con Carlos Herrera como abanderado crítico entre las dos anteriores, si bien más cerca del fondo hipercrítico contra el Gobierno y el PSOE que anima a la Cope; justo lo contrario de lo que le ocurre a Punto Radio con Luís del Olmo. Basta con escuchar medio minuto de cualquiera de los diales para saber en que emisora nos encontramos. A primera hora de la mañana, el estilo barricada se impone.

Es más difícil seguir la pista de las trincheras en televisión a través de los informativos, pero dejando a un lado las teles públicas nacionales o autonómicas, siempre al servicio más o menos “desnudo” del Gobierno de turno, y que en algunos casos como el de TeleMadrid han impregnado a los propios locutores de un talante partidista que asusta cuando se ven y se escuchan algunas informaciones, y se ve la concatenación de las mismas y sus protagonistas en la parrilla, tanto Antena 3 como Tele 5, en el sumatorio de los distintos informativos, están más cerca del Zapatero y su Gobierno que de Rajoy y su oposición, con sensibles querencias hacia determinados protagonistas de la vida política, al margen de la adscripción partidista de los mismos; y con más razones cabe decir lo mismo de las dos últimas en llegar, la Cuatro de Prisa con Iñaki Gabilondo como gurú mediático, y es de esperar que de la Sexta en razón de las cabezas dirigentes de la misma y sus relaciones personales con el presidente del Gobierno.
Los periodistas, con galones o sin ellos, han aceptado de forma mayoritaria esa forma de afrontar la información y la opinión. La presión de las empresas y los directores es muy fuerte y los puestos de trabajo, escasos. Se escribe, se habla y se colocan imágenes con guión previo. Se trata de defender el titular que el director y su equipo de confianza ha decidido colocar ese día en la portada del medio. El resto es puro acompañamiento.
Sirve este mecanismo para las informaciones (cargadas de adjetivos calificativos) y sobre todo para las columnas de opinión y las tertulias de radio y televisión. Aquí aparecen, además, las “necesidades” de los directores de los programas de protegerse en los medios escritos a través de cuotas de participantes; las “necesidades” de las empresas propietarias de cara al poder político y los pactos (que se traducen en dinero al final) con las distintas fuerzas politicas según estén en el Gobierno o en la oposición.
Así es el juego en el que estamos los profesionales y que de mantenerse (y nada aparece en el horizonte cercano para cambiar de parecer) hará que los lectores, los oyentes y televidentes se alejen cada día más de esos medios, buscando en el aparentemente más inocuo internet y en los medios digitales y blogs la información y las opiniones que necesitan para formarse una idea de lo que sucede en el mundo, con las siempre pedidas, defendidas, loadas y hoy más que nunca masacradas independencia y libertad de expresión.
Cada día es fácil descubrir hasta dónde llegan las manos de Pepe Blanco, Alfredo Pérez Rubalcaba o el propio Rodríguez Zapatero; y hasta dónde llegan las de Angel Acebes y Eduardo Zaplana o José María Aznar, y dónde no llegan las de Mariano Rajoy. Sin olvidar por su cada vez mayor protagonismo a nivel nacional la incansable estrategia de Esperanza Aguirre, que aprovecha el altavoz de Madrid para hacerse escuchar muy por encima del resto de presidentes autonómicos.
Partidos políticos y medios de comunicación aparecen más embrollados que nunca en sus intereses, apuestas y campañas. Muchas de ellas trasladadas de forma personal a lo que se cuenta, se dice o se graba, con lo que los ciudadanos tienen una doble tarea: la de informarse y desinformarse al mismo tiempo.