Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Dicen que no hay papel más ingrato que el de "cantante de boleros", porque las letras siempre tienen como protagonista a un hombre que se harta de llorar y a quien ponen los cuernos. Alan García, entre otras muchas cosas, es un magnífico cantante de boleros, que lagrimea poco y no es de los que se sienten abandonados, sino todo lo contrario.
Lo suyo tiene mérito. Ganar unas elecciones con holgura y volver a la presidencia después del calamitoso estado en que dejó al Perú en 1990, no se explica en América Latina y con gente como él. Alan es un tipo muy divertido. Habla bien, baila bien, es cosmopolita, ha vivido en París, estudió en la Universidad Complutense de Madrid, se casó con una novia que conoció en España y es amigo de Felipe González.
Además de todo eso, que le ha servido para encandilar a los jóvenes y hacerse perdonar muchos pecados, tiene instinto político. Tuvo la genial ideal de acuñar el lema "Perú o Chávez" y de plantear la segunda vuelta como un combate contra el presidente venezolano y no como un enfrentamiento entre él y el bueno de Ollanta Humala.
Y la estrategia ha funcionado. Basta repasar los resultados -55% de votos para él y 45% para Humala- para concluir que la clase media, las masas urbanas y hasta los ricos le han votado. Y lo han hecho por temor a ver en Lima a un ex comandante de piel cobriza, respaldado por el Gorila Rojo de Caracas y en estrecha sintonía con Evo Morales.
Lo ocurrido en Perú pone freno al expansionismo del populismo militarista que intenta propagar Chávez en el continente. Además de eso, es un bálsamo para los inversores extranjeros y en concreto para las empresas españolas, que todavía no se han repuesto del susto que les ha metido en la cuenta de resultados la fiebre nacionalizadora boliviana.
A muchos peruanos todavía no se les ha olvidado la alegría con la que recibieron el triunfo de Alan García en el año 1985. Tampoco que, tras dos primeros años en los que parecía que todo iba sobre ruedas, la economía entró en barrena, Sendero Luminoso parecía multiplicarse, se prodigaban las violaciones a los derechos humanos, la corrupción era rampante y la inflación subió por encima del 2.000%.
Todo ello sirvió de caldo de cultivo al triunfo del chino Fujimori, a quien ni siquiera esperó para entregarle la banda presidencial. Y con razón, porque a los pocos meses fue acusado por el Congreso de "enriquecimiento ilícito". Vistas las cosas, no me extraña nada que Alan García haya dicho que ahora le gusta también el tango. Será por eso de "¡Y volver, volver, vooolver….!"