Tailandia elige a un estudio de arquitectura español para el complejo en su recuerdo
Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
12/06/2006.- Ana Somoza y Juana Canet son las cabezas visibles de Disco Arquitectura, el despacho designado por el Gobierno tailandes para construir el monumento en recuerdo a los miles afectados por la tragedia.
Fue el día después de Navidad. Un muro de agua se levantó sobre las costas de Phuket, Khao Lak y las islas Phi Phi, ante la atónita mirada de turistas y habitantes del lugar. El trágico tsunami acabó con la vida de cerca de 5.400 personas, sólo en Tailandia. La tragedia dejó un imborrable recuerdo en todos nosotros al que ahora dos arquitectos españolas serán las encargadas de dar forma.
El Gobierno tailandés ha querido dejar constancia física de lo ocurrido para ofrecer su particular homenaje a las víctimas y a los damnificados por el desastre. Con este motivo, organizó un concurso internacional de ideas, al que se presentaron 680 proyectos, procedentes de 47 países distintos. De ellos 320 pasaron la primera selección, aunque finalmente tan sólo cinco diseños llegaron hasta la final. El proyecto elaborado por el estudio Disco Arquitectura, encabezado por la abulense Ana Somoza y la mallorquina Juana Canet, superó a equipos rivales venidos de Australia, China, Estados Unidos y Finlandia. Su propuesta se titula “Montañas de recuerdos”, y se basa en el desarrollo de cinco estructuras metálicas y acristaladas que tienen ciertas reminiscencias con las estupas budistas.
Meditación y naturaleza.- El diseño está condicionado por su ubicación, en el parque nacional Khao Lak, a escasos metos de la playa del mismo nombre, una de las zonas de la costa suroeste de Tailandia que resutó más castigada por el tsunami. La intención de Somoza y Canet ha sido recrear un pedazo de naturaleza artificial que, integrado en el parque, invite a la meditación y nos recuerde que hemos de vivir con los elementos, que con todo su poder, pueden llegar a ejercer su capricho de manera implacable.
La concepción del conjunto como un templo, escondido entre el bosque, la luz, la naturaleza y el silencio, permite intensificar la imagen de poderío natural que ya ofrecen los atolones del Pacífico, con sus anillos de coral, sus montañas y sus lagos, que los protegen de los designios del mar abierto. Justo al lado del mar, se erigen cinco torres que se distribuyen conformando dos grandes plazas. La primera, abierta y elevada, se impone sobre la segunda, más recogida y oculta. Ambos espacios unen las torres y conducen al público en su visita a cada una de ellas. Su interior ofrece un espacio abierto y diferenciado, aunque todas ellas están estructuradas en siete alturas, como analogía de las siete etapas que hay que atravesar en el camino para ascender al nirvana que describe el Budismo.
La torre más alta tiene 30 metros de altura y dispone de un pabellón de cristal en su base y anillos circulares esculpidos en la roca, que descienden sobre un MANGLAR artificial, que crece en el centro, y representa al árbol de la vida. La estructura estará cubierta con vegetación y se iluminará por la noche, para que pueda verse desde la distancia como si se tratará de un faro, o una luz de guía.
Una de las torres se utilizará como museo, con una rampa ascendente en espiral que permitirá contemplar las distintas muestras que se vayan habilitando. En otra se instalará un centro de aprendizaje para saber lo que hacer en caso de alerta. La cuarta se dedicará a espacio comercial y la última, la más pequeña, de tan sólo diez metros de altura, albergará un anfiteatro en el que se podrán desarrollar diversas actividades públicas.