Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Los días de Tony Blair como primer ministro parecen contados. Su caso se parece mucho a lo que le ocurrió a Margareth Thatcher en 1990. La Dama de Hierro había tenido una victoria electoral reciente y contaba con una amplia mayoría en la Cámara de los Comunes. Y sin embargo, como todo indica que le pasará a Blair, se tuvo que ir empujada por una de esas rebeliones internas que sólo se dan en los partidos británicos. Ella, la vencedora de la Guerra de las Malvinas, la fiera que sometió a los sindicatos en el invierno del descontento, la que influía en Ronald Reagan, le dejó el sitio a John Major.
Blair, el creador del Nuevo Laborismo, el compañero de fatigas de Bush en la Guerra de Irak y el mayor genio de la comunicación que se ha paseado por los escenarios políticos europeos en varias décadas, está siendo acosando por enemigos y aliados para que ceda su cargo al ministro del Tesoro, Gordon Brown.
Blair es un maestro en el complicado arte de la resurrección política.Ha protagonizado ya unas cuantas, pero auguran los expertos que abandonará el 10 de Downing Street este mismo verano.
Medios tradicionalmente afines al carismático primer ministro -como The Economist, The Guardian o The Financial Times- le sugieren abiertamente que lo mejor que puede hacer es retirarse cuanto antes, ahora que aún está en condiciones de manejar el calendario, en lugar de esperar a que el partido acabe echándole.
Le dicen que ya no es necesario para sacar adelante su agenda, que cada día depende más de los conservadores y que, mejor que arrastrar al Laborismo a la debacle, sería que pasara el testigo. A pesar del respaldo mediático que recibe David Cameron, el nuevo líder conservador, las encuestas todavía dan empate técnico entre tories y laboristas. Eso coincide con la recuperación de los liberal-demócratas, lo que hace presumir que el próximo Parlamento, por primera vez en mucho tiempo, exigirá coaliciones.
Debo confesar que me apena la inminente marcha de Tony Blair. Sus enemigos siempre han dicho que es un frívolo –el ministro Bono le llegó a llamar gilipollas-, con un inmenso talento teatral para la auto-promoción, pero de escasa sustancia. Yo soy de los que opinan que pasará a la Historia como uno de los grandes primeros ministros de la historia moderna británica.
Blair es muy reservado. Siempre se ha sentido más cómodo con un pequeño círculo de amigos y su familia más cercana.
Una persona que lo conoce profundamente suele decir de él que “lo más importante que aprendió Tony Blair es que no necesita ser amado; es suficiente ser respetado”. También asegura que lo echaremos mucho en falta.