Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La presidenta de la Comunidad de Madrid y el alcalde de la capital del Reino no pueden vivir en paz. La guerra entre ellos y sus equipos es una constante desde que en 2003 José María Aznar decidiera que Esperanza Aguirre encabezara la lista electoral a la autonomía y Alberto Ruiz-Gallardón la municipal. Tres años más tarde, ni uno ni otro desaprovechan la más mínima ocasión para dejar patente cuales son los puntos y criterios que les separan, que son muchos.
Aguirre, tras ganar en la “segunda vuelta” de octubre de 2003 por la saga-fuga de los socialistas Tamayo y Saínz, ha reforzado su imagen pública y su control interno del PP madrileño. Venció por abandono de Manuel Cobo, el candidato que había “preparado” Gallardón para disputarle la sucesión de Pío García Escudero, y con la ayuda de Ignacio González, Alfredo Prada y Francisco Granados dirige con mano de hierro el Gobierno y el partido.
Está demostrando habilidad suficiente para situarse en el eje equidistante entre Mariano Rajoy y José María Aznar, entre su origen liberal en el partido que fundara José Antonio Segurado (al igual que Eduardo Zaplana en la corriente liberal de Joaquín Garrigues) y los sectores más cristianos y conservadores que pueden representar Angel Acebes y el exministro de Interior, Jaime Mayor Oreja. No duda en colocarse en la vanguardia de los ataques a Rodríguez Zapatero en asuntos como el Estatut catalán y la negociación con ETA, pero al mismo tiempo se desmarca de las posiciones socialmente menos populares del PP en temas como los matrimonios homosexuales o el voto de los emigrantes. En esos dos territorios sabe que se juega una buena parte de su éxito en los futuros comicios de 2007 y no quiere dejarle al PSOE ningún punto de ventaja.
Si hace tres años su destino final en política tenía como techo la presidencia madrileña, hoy todas sus opciones están abiertas, con la única condición de que gane en mayo del año que viene. Si así fuera, y el Partido Popular tuviera que “buscar” un nuevo líder por la caída de Rajoy, las posibilidades de Esperanza Aguirre de ser la elegida son muchas, y si tenemos en cuenta las simpatías y antipatías existentes en el partido le sacaría una gran ventaja al “eterno” aspirante, Ruiz-Gallardón, por más que éste aparezca mucho mejor valorado en las encuestas a nivel nacional.
El alcalde ha iniciado un movimiento defensivo con la vista puesta en las listas y en las urnas. Conocedor de los deseos de Aguirre de colocar en el Ayuntamiento de Madrid a una persona de su máxima confianza, se ha apresurado a confirmar a Ana Botella como número dos de su candidatura. Al mismo tiempo se ha vuelto a distanciar de las tesis oficiales del PP sobre el Estatut y todo lo que sucedió en torno al trágico 11-M, aceptando las investigaciones oficiales del juez y de la policía y alejando cualquier duda acerca de la autoría de los atentados.
El fiel de la balanza entre los dos líderes regionales es Mariano Rajoy. Gallardón lo necesita más que Aguirre, ya que salvo que se cuente con el apoyo de José María Aznar, cualquier posibilidad de alcanzar el Gobierno de la Nación e incluso el sillón de La Moncloa pasa para el alcalde madrileño por su colaboración con el presidente del PP. Rajoy puede optar por incorporarlo en puestos de la dirección, además de los “maitines” o llevarlo como número dos o tres en la lista por Madrid ya que es compatible ser alcalde y ser diputado, no así ser presidente autonómico.
Mientras Aguirre se ha hecho fuerte en su alianza estratégica con Angel Acebes y Eduardo Zaplana, y en los entornos de la Fundación FAES; Gallardón ha optado por acercarse a líderes regionales como Francisco Camps, Alberto Núñez Feijóo o Josep Piqué, con quienes comparte una visión menos catastrófica de la situación y que creen que rememorar de forma continua el suceso que llevó al PP a la derrota, como es el 11-M, es un camino seguro para perder las elecciones por más que se activen seis millones de votos de los más fervorosos y duros seguidores del partido.
Si en el entorno de la presidenta están convencidos de que su rival a nivel socialista será Rafael Simancas, que contará con la presencia activa y permanente de Rodríguez Zapatero en carteles y mítines; en el equipo de confianza del alcalde no saben con quién tendrán que enfrentarse, si bien apuestan por el mantenimiento de Trinidad Jiménez dadas las dificultades con que se está encontrando el secretario de organización del PSOE, Pepe Blanco, para encontrar candidatos de cara a los comicios de 2007.
En el PP no ven posible que pueda aterrizar encabezando las listas del PSOE un ministro y menos una vicepresidente, dando por definitivamente descartado al titular de Defensa. Las únicas dudas que existen en la dirección regional de los populares está en la mayor o menor interferencia de la dirección nacional en la elaboración de las listas. Algunos de los más próximos a Esperanza Aguirre se plantearon incluso la sustitución de Ruiz-Gallardón, o al menos la necesidad de colocar a un “número dos” que pudiera sustituirle en caso de aceptar otros cargos. Aparcado, que no olvidado, el tema sólo les queda el reparto interno de influencias. Y aquí es donde aparece la persona de más confianza de la presidenta, que no es otro que Ignacio González. Su presencia y el puesto que ocupe en las listas será la mejor de las referencias de futuro.
raulheras@retemail.es