MEDIO AMBIENTE

Banhs d’Arties recuperará la esencia del Valle de Arán

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
El nuevo centro termal, que ha diseñado el arquitecto japonés Arata Isozaki, logrará dar un impulso al principal patrimonio de la zona: el agua y sus beneficios para la salud, gracias a un entorno privilegiado.

El proyecto Banhs d’Arties, que dirige el prestigioso arquitecto japonés Arata Isozaki, supone la recuperación de un espacio inutilizado, como son los antiguos baños situados a las afueras de la localidad de Arties, ubicada en Naut Aran, en la confluencia del río Valarties con el río Garona, en un pequeño ensanche del Valle de Arán. Estos baños, que fueron construidos en 1817, constaban de dos edificios típicos araneses, de piedra y tejado de pizarra. El nuevo proyecto contará con un centro termal, dos hoteles (uno de cinco estrellas y otro de cinco estrellas gran lujo, un restaurante y numerosos jardines, entre otros equipamientos. Cada función será autónoma pero, al mismo tiempo, estará perfectamente integrada y será compatible con las otras, para que los futuros clientes disfruten de flexibilidad en el uso de las instalaciones.

Con una superficie total de 8.000 metros cuadrados, el complejo se puede considerar una intervención a gran escala, cuya cuneta tendrá un emplazamiento geográfico de excepción, el Valle de Arán. Se trata de un valle que se encuentra en el Pirineo central y que está rodeado de pueblos que, desde hace siglos, mantienen intacto su aspecto tradicional. Las montañas forman una barrera natural, condicionando su climatología y aislamiento, de ahí la inexistencia, a lo largo de la historia, de vías fáciles hacia Cataluña y Aragón. Esto explica que el territorio esté vinculado, de forma natural, siguiendo el curso del río, a tierras gasconas y que, por todo ello, presente claras diferencias con otros valles catalanes, tanto en el aspecto físico como en el humano.

La modernidad unida a la tradición.- El arquitecto japonés Arata Isozaki, creador de edificios tan emblemáticos como el Palau Sant Jordi de Barcelona, el Palacio del Centenario de Nara, en Japón, o el Museo de Arte Moderno de Los Angeles; se caracterizó en sus primeros trabajos por imprimir a sus proyectos el contraste que implica combinar grandes estructuras orgánicas propias de la tecnología punta con la estética tradicional de las edificaciones japonesas. En los años setenta recuperó, sin embargo, el camino de la ortodoxia moderna, empleando la composición de formas puras, como cubos, bóvedas semicilíndricas, esferas y otros elementos geométricos. Aunque recientemente sus trabajos se han centrado en la búsqueda intuitiva de significados espaciales, de modo que la estructura se convierte en un instrumento capaz de combinar la realidad y la ilusión.

En esta ocasión, Isozaki ha querido crear un nuevo “pueblo”, de modo que las nuevas construcciones respeten el paisaje tradicional de la región y se consiga una distribución equilibrada entre los espacios y una correcta combinación entre los servicios comunes y la privacidad de las áreas para el descanso. Para lograr estos objetivos, ha decidido, por un lado, fragmentar las funciones del conjunto en diferentes volúmenes, repartiéndolas en pequeños edificios en lugar de concentrarlas. Y, por el otro, ha unido estos pequeños volúmenes por una cubierta única, por una línea de movimiento que recrea bajo su desarrollo una zona de espacios comunes para la totalidad del complejo.

El carácter de la arquitectura local ha marcado las pautas del proyecto. Así, se han utilizado muros verticales macizos con aplacado de piedra natural y cubiertas de fuertes pendientes, habituales en las tipologías de montaña.

La cubierta inclinada es uno de los elementos que configura la identidad del proyecto. La clásica cubierta de pizarra, típica de la zona, se ha convertido en una pieza única de acero, cuyo juego de inclinaciones diferentes hacen de ella un elemento dinámico y acorde al entorno.