Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La presencia de inversores extranjeros en el mercado inmobiliario de oficinas español no es una novedad. Los europeos vemos en España un mercado con ciclos variables, que no se da en otros países con mercados más estáticos y que permite unas rentabilidades considerables.
Ahora podemos decir que estamos en un momento bajo del ciclo y, por lo tanto, el potencial de crecimiento es todavía elevado, sin duda alguna mucho más elevado que los que ofrecen los mercados de Reino Unido o Francia.
En este contexto, los inversores europeos venimos a España con la idea de hacer negocio: comprar edificios ocupados por inquilinos que paguen unos alquileres que hagan que la inversión sea rentable. A pesar de que el mercado español puede parecer amplio, lo cierto es que comprar inmuebles no siempre resulta una tarea fácil.
El valor sentimental.- Para cualquier francés, como yo, o cualquier británico, un edificio en los Campos Elíseos o en la City londinense es, por encima de todo, una oportunidad de inversión inmejorable, y su propietario siempre estará decidido a venderlo “al mejor postor”. En Madrid, un edificio en la calle Serrano o en el paseo de la Castellana es también una inversión inmejorable con muchos inversores interesados, pero su propietario puede no estar tan dispuesto a desprenderse de él. Y es que es curioso cómo en España los edificios son mucho más que ladrillos y tienen un gran valor sentimental: tener una propiedad en determinadas zonas de la capital implica notoriedad y un cierto prestigio que muchos no están dispuestos a abandonar.
Europa ha sido testigo en los últimos diez años de cómo las grandes compañías se han desprendido de sus activos inmobiliarios y han destinado esos ingresos a inversiones para su propio negocio. Ya hay muy pocas empresas que mantengan la propiedad de sus sedes, y la gran mayoría son meros inquilinos, porque entienden que poca es la rentabilidad que obtienen de sus edificios frente a los recursos que de esta manera pueden destinar a su actividad habitual.
Esta tendencia poco a poco ha ido llegando a España, y son varias las empresas que ya han realizado operaciones similares. Pero aquí también estamos siendo testigos de un fenómeno poco habitual fuera, como es el caso de la venta de los activos inmobiliarios para la posterior construcción de verdaderas “ciudades empresariales”. El objetivo de estas operaciones parece que es solventar la dispersión geográfica de las grandes empresas, pero lo cierto es que también es una forma de que los máximos directivos dejen un legado a sus empleados.
Otra vez, vemos cómo los inmuebles adquieren un valor que va mucho más allá de lo meramente financiero y ésta es una de las principales lecciones que debemos aprender los inversores extranjeros al llegar a este país. Frente a ciudades como Londres o París, aquí los propietarios no buscan tanto optimizar la rentabilidad como seguir teniendo presencia en emplazamientos emblemáticos.
Olivier Crambade es consejero delegado de Therus Investments y asesor del proyecto Pegaso Park
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