Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Tras seis años de espera, los ciudadanos de Oporto pueden sentirse orgullosos de contar con la primera obra que emprende el prestigioso arquitecto holandés Rem Koolhaas en la península ibérica
Como si un gigante hubiera tallado durante años una montaña blanca hasta encontrar las medidas perfectas y el equilibrio de las formas. Así s la Casa de la Música de Oporto, obra del holandés Rem Koolhaas. Un poliedro calcáreo que se erige sobre esta urbe de atmósfera melancólica y decadente de un modo espectacular, casi triunfal. Situada en la plaza da Boavista, en la línea que divide el centro histórico de la ciudad y un barrio obrero, es un ejemplo de la fusión de la arquitectura y la ingeniería, tanto por su forma atípica, como por las dificultades de su construcción.
El pasado abril, el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, inauguró el resultado de este proyecto, que nació en 1999 bajo el auspicio del programa de recalificación urbana planeado por el Ministerio de Cultura con ocasión del nombramiento de Oporto como capital europea en 2001. La idea inicial era que el edificio fuera ese año el emblema cultural de la ciudad y el Gobierno luso se apresuró a convocar el concurso en un tiempo record. Pero la realidad es tozuda, y los plazos que se manejaron en un principio, imposibles; así que los habitantes de Oporto han tenido que esperar casi seis años (entre el concurso y la finalización de la obra) para disfrutar de un ‘Koolhaas’ cuya estructura majestuosa mide 40 metros de altura.
Reciclaje arquitectónico.- Lo cierto es que el diseño de la Casa de la Música partió, según asegura Koolhaas, del encargo de una casa, hace varios años, a las afueras de Rotterdam. Su cliente, obsesivo del orden, deseaba habitar en un área totalmente despejada, lo que llevó al arquitecto a trabajar, junto al equipo de su Office for Metropolitan Architecture (OMA), en un proyecto que consistía ubicar un espacio comunitario en un túnel vacío que atravesaba la edificación de hormigón de un extremo a otro. Así, el espacio vacío se presentaba como un área para la familia. Pero el cliente dejó de lado el proyecto justo cuando Koolhaas se interesó por el concurso internacional para la autoría de una sala de conciertos en Oporto. Y en lugar de abandonar sus trabajos en la casa de su cliente holandés, decidió reciclar el proyecto aumentando la escala y adaptando las formas a la nueva funcionalidad de la obra.
Pero este ‘reciclaje’ no se produce de un modo aleatorio, ya que el túnel se convierte en el auditorio, protagonista absoluto del proyecto. Esta sala de conciertos, con capacidad para 1.300 personas, está construida en forma de caja de zapatos. Las butacas están dispuestas con la precisión de una cadena de montaje, como una sucesión de hileras repetitivas e idénticas. Las paredes están decoradas con un dibujo de grano de madera con hebras doradas que nuevamente distorsiona la idea de escala. Pero lo más llamativo de todo es que los extremos de esta sala están flanqueados por enormes placas de vidrio cuyas formas recuerdan a los pliegues de un telón. A través de este vidrio curvo, las personas que están en el interior de la ‘caja de zapatos’ pueden ser testigos de una visión distorsionada del exterior, de modo que, con un poco de imaginación, el espectador puede llegar a sentir que está ‘flotando’ sobre la ciudad de Oporto.
Las salas de ensayos, el centro de documentación, la biblioteca, el restaurante, las oficinas y los estudios de grabación de la Orquesta Nacional de Oporto se agrupan alrededor de la ‘caja de música’, o sala de conciertos.
Exterior pétreo, interior sugerente.- Quizá la solidez de su caparazón titánico de hormigón haga pensar a muchos que su interior exhibe muestras severas, sobrias y funcionales. Pero lo cierto es que sucede todo lo contrario. Apenas se traspasa la entrada, el visitante se encuentra con una angosta y vertiginosa escalera, que conduce a salas, oficinas, aulas y espacios en los que la superposición de imágenes, los recorridos intrincados, los rincones angulosos y la combinación de materiales, como la esponja, la goma, la madera, el azulejo, el aluminio y el vidrio, hacen del interior de este gigante pétreo un deleite para los sentidos.