Antes de irse de vacaciones, y con el calendario de su ascensión a la presidencia de Sacyr Vallehermoso bien cerrado, Luis del Rivero decidió que había llegado la hora de ver cumplido el mayor de sus sueños: la conquista del BBVA. Era julio, en Madrid campaba el ardiente verano sobre el asfalto y José Manuel Loureda y Manuel Manrique, sus dos compañeros de viaje hacia el éxito desde que abandonaron la familiar empresa de Ferrovial, aceptaron el desafío. Era el momento, tenían el dinero y los contactos, la oportunidad política llamaba a su puerta...
Asesores de ‘primera’.- El trío contaba con asesores de postín: por un lado, Matías Cortés, el abogado que ha participado desde hace 20 años en todos los movimientos financieros de importancia que se han producido en la capital del Reino, desde la caída del Imperio Rumasa a la del Banesto de Mario Conde, pasando por la operación de “Cartera Central”, otro asalto bancario que terminó en la cuneta y con los dos primos, Alberto Cortina y Alberto Alcocer, en el punto de mira de la asombrada ciudadanía española. Por otro, Pedro del Corro, el brazo derecho de Juan Abelló, el financiero más listo del cinegético coto de la gran empresa, con más de 100.000 millones de reserva tras su “pelotazo” en Airtel-Vodafone, amigo del Rey y de José María Aznar, y con unas estupendas relaciones con los fondos de inversión norteamericanos. Y, por último, Vicente Benedito, otra de las víctimas de Francisco González que había aterrizado en Sacyr y que mantenía una relación de amistad personal con Miguel Sebastián.
Abelló no quiso presidir Banesto y le dejó ese puesto al que entonces era su amigo y compañero de negocios, Mario Conde. Luego tuvo el sentido y la oportunidad de abandonar ese barco, negociar con Hacienda sus deudas pagando una buena parte con obras de arte, y quedarse en la retaguardia. Ahora sentía el deseo de ocupar el primer sillón del BBVA, terminar su vida empresarial y financiera como siempre había soñado su padre. Y si él “controlaba” las posibles reacciones adversas del partido de la oposición, Matías llegaba hasta las complicadas áreas del poder desde sus relaciones con Prisa y lo más granado del PSOE. Círculo cerrado.
Una silla de cuatro patas.- La maquinaria se puso en movimiento. El Gobierno quería cambiar a los presidentes que llegaron al poder con el PP y al lado de Rodríguez Zapatero, susurrándole al oído, estaba Sebastián, el asesor al que González expulsó del BBVA por sus críticas a las directrices de Rato.
La silla sobre la que sentarse a conspirar tenía tres patas. Del Rivero buscó una cuarta para hacer la operación más estable: los expulsados del banco, la aristocracia vasca de Neguri, que había tenido que dimitir por el escándalo de los fondos de pensiones en paraísos fiscales. La persona era el antiguo vicepresidente del BBVA, Domingo Ampuero.
viene de portada. Se pusieron a sumar: un 3,1% de la constructora, bien apalancado a través de Societé Generale; otro 0,5% que tendrían Juan Abelló y Demetrio Carceller; y hasta un 4 % que se ufanó de poder controlar el propio Ampuero, no dudando en colar los nombres de Emilio Ybarra, Pedro Luis Uriarte, Lezama-Leguizamón... En total, un portentoso, envidiable y atemorizador 8% que les permitiría exigir hasta cinco consejeros y llevar a Francisco González al abandono por K.O. técnico en los primeros asaltos del combate.
Secretos tan compartidos son difíciles de guardar y en septiembre comienzan los rumores. La vida política y empresarial se tensa y desde Sacyr aceleran todos los planes de desembarco en el segundo banco del país. Juan Abelló ya ha informado de sus intenciones a Emilio Botín y éste no duda en lo que tiene que hacer: el Santander abandona el accionariado de la constructora. No quiere que cuando se haga público el asalto sobre González se pueda pensar que su banco está detrás de la operación, y mucho menos que toda la estrategia de Luis del Rivero pueda desembocar en una macrofusión de los dos gigantes. El propio Abelló decide de común acuerdo con el banquero cántabro dejar de asistir a las reuniones del consejo para evitar susceptibilidades. Matías Cortés y el equipo de confianza del presidente del Santander se colocan a la espera de resultados.
En Moncloa, Sebastián sólo se lo cuenta a una persona: el presidente del Gobierno. Las manzanas presidenciales del otrora frondoso árbol del PP van a comenzar a caer: en Repsol, de la mano abierta y bien dispuesta de La Caixa de Fornesa y Brufau; en el BBVA, reeditando con pequeñas modificaciones la vieja y aparcada operación de Cartera Central, aquella que de la mano de Cortés, Alvarez Alonso, Enrique Sarasola, Los Albertos y la ONCE de Miguel Durán quiso colocar al frente de un fusionado Central-Banesto a Miguel Boyer, previo desalojo de Alfonso Escámez y Mario Conde.
En el Gobierno nadie sabe nada: ninguno de los vicepresidentes, ni los ministros más políticos, como José Bono o José Montilla. El silencio es esencial. Y dura lo que tiene que durar: a primeros de noviembre comienza a extenderse la información. Ya son demasiados los implicados en la operación y el ‘run-run’ de la Corte se parece cada vez más al ‘tam-tam’ de la salvaje selva del poder. En el BBVA van a pasar cosas y existe una constructora con ganas, con muchas ganas de ganar poder, peso y mandar en la economía española.
Pedro Solbes se entera y se enfurece por dentro. De nuevo le están “haciendo la cama” desde dentro y sabe que tendrá que arreglar algún desaguisado si las cosas se tuercen, como parece lo más probable. Además, los “catalanes” se han dado cuenta y precipitan también la sustitución de Alfonso Cortina en Repsol. Dos asaltos de primer nivel, seguidos y orientados desde Moncloa son muchos. Difíciles de digerir por el sistema financiero. El que primero realice su jugada, ganará. El segundo, tendrá dificultades. No se equivocan.
Negativa a una traición.- El lunes 22 de noviembre, con los oficios de Benedito por delante, Luis del Rivero se entrevista con Ignacio Goirigolzarri. El objetivo es sencillo y con varias salidas para el número dos del BBVA: si quiere y se suma a la operación, traicionando a FG no sólo conservará su puesto, sino que tendrá los poderes ejecutivos en su mano. Si no acepta el envite, se le asegura que desde la constructora y “sectores vascos amigos” se controla un 8%. Zanahoria y palo en la mejor de las tradiciones. El vasco dice ‘no’ y pide pruebas del envite. Un minuto más tarde de terminada la reunión está hablando con su presidente: las señales de alarma en el banco se disparan.
Ya no hay marcha atrás y Luis del Rivero y Vicente Benedito “formalizan” su reunión con Miguel Sebastián en Moncloa antes de trasladarse al Ministerio de Economía y Hacienda a entrevistarse con Pedro Solbes, y comenzar lo que creen un mortífero peregrinar por las instituciones financieras del país: Banco de España, Comisión Nacional del Mercado de Valores... y el Partido Popular de Mariano Rajoy, que no es “exactamente” el de José María Aznar y Rodrigo Rato.
El miércoles 23 de noviembre, el consejo de administración de Sacyr da un mes de plazo y todos los poderes a su presidente para que culmine la entrada en el BBVA. Corre el tiempo. Dos días más tarde se envía el primer escrito de Sacyr Vallehermoso al Banco de España en busca del “hecho relevante”, la aquiescencia del Banco Central a la operación. La primera entrevista ha sido con el subgobernador, Gonzalo Gil, que se muestra contrario al camino emprendido. La segunda, con el propio Jaime Caruana, obtiene el mismo resultado.
Los amigos se quedan en el camino.- En el BBVA no se han quedado con los brazos cruzados. La reacción es inmediata. Francisco González comienza a repasar las condiciones de salida del antiguo consejo, y comienzan las llamadas. Se está a un lado u otro de la línea. Los deseos de Domingo Ampuero chocan con la realidad. No tiene en sus manos el 4%, ni lo va a tener nunca. Los amigos se van quedando en el camino ante la cruda realidad que atenaza a cada uno de ellos. Entre las llamadas y contactos importantes hay uno especialmente significativo: Fernando Martín, uno de los accionistas de referencia en Sacyr Vallehermoso, dueño de la inmobiliaria Martinsa, con excelentes relaciones políticas, compañero en la junta directiva del Real Madrid de Luis del Rivero y al que le ha costado sudores acceder al consejo de la constructora. Martín es fiel a la confidencialidad firmada. Escucha y calla. Es momento de ver y esperar acontecimientos.
Los medios de comunicación toman partido de inmediato. Y de una forma que tiene mucho que ver con los equilibrios políticos y partidistas en los que se mueven. Unos apuestan por torpedear la operación, y otros alaban la audacia de los dirigentes de Sacyr. Si se escuchan y leen las declaraciones de los representantes de los principales partidos, la división no puede estar más clara. Cada uno de los contendientes juega sus bazas y entran en escena los asesores externos, desde Sanchís a Rafael Ansón. Es tanto lo que está en juego que alguna de las partes contrata a más de uno al mismo tiempo.
En la cumbre del poder la venganza es un elemento más. Se toma lo más fría posible. Es el caso de Sebastián, el de Ampuero y hasta el de Jesús María Cainzos, en otro tiempo hombre de confianza de FG, y desde julio fuera del BBVA por serias discrepancias con su jefe. Las listas de nombres con sus posiciones circulan por el Gotha madrileño y se extienden hacia los dos sectores más involucrados: el financiero y el inmobiliario. Si por un lado se recuerda la vieja ambición, los grandes sueños de Luis del Rivero sobre el BBVA y su gran grupo industrial casi desmantelado; por otro, se coloca la Operación Chamartín, el gran proyecto urbanístico diseñado por Josep Borrell y relanzado por Magdalena Alvarez sobre los terrenos de Renfe en Chamartín como una de las principales piezas del botín a conquistar. Plusvalías latentes por encima del billón de pesetas, y de las que el banco posee más del 75%, a compartir con otra inmobiliaria, la del gallego Jacinto Rey, embarcado, como no podía ser menos, en su propia aventura periodística.
La tregua del cumpleaños constitucional y del largo puente es ficticia. Nadie se marcha, tan sólo desaparece de la escena. Cada vez es más difícil el triunfo de Luis del Rivero y los suyos, pero también cada día está más en juego, y la victoria o la derrota tiene más lecturas para más gente. Ya no se trata se una operación entre una empresa constructora e inmobiliaria y un banco. Se ha puesto sobre el verde tapete de las apuestas el puro y duro poder político. Si Del Rivero y Abelló fracasan, habrá fracasado una parte de Moncloa y del PSOE, quieran o no reconocerlo en público desde el partido del Gobierno. Si vence, el poder de Sebastián crecerá hasta tapar con su sombra a los dos vicepresidentes. Y un día como hoy, en medio de la semana rota de la que aparece como malquerida la Constitución, sólo queda esperar a ver el papel que termina representando cada uno de los actores: víctimas o verdugos.
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