Si la clásica “tregua de Navidad” no lo arregla ya han iniciado los dos grandes partidos la batalla electoral de unos comicios que desde el PP consideran próximos. En Génova y en los cuarteles generales del partido de centro-derecha de cada una de las autonomías apuestan por un adelanto electoral para 2006, antes de que la economía presente su peor cara y con un presidente Zapatero más presidente que nunca y con una imagen personal irreprochable, por más que su Gobierno y el PSOE sufran un deterioro progresivo y muy difícil de detener.
En el PP dan por perdida Galicia y ya están descontando la retirada del presidente fundador y sólo quieren que la “limpieza” del PP gallego no tenga un coste excesivo. En el resto, batallas y batallas, comenzando por el inestable Madrid, a cara de perro.
En el Gobierno y en el PSOE, mientras observan el día a día del vecino, se autofelicitan por la imagen del líder y se autoflagelan por la cantidad de errores “corregibles” que se amontonan en la gestión política. Se piden cambios en el Gabinete, una crisis a la vuelta de vacaciones que permita recuperar el aliento en sectores claves como la vivienda, la educación y las relaciones internacionales. Y, desde otro lado, una “limpieza” en Moncloa que acabe con los pulsos y zancadillas entre el equipo de asesores encabezado por Miguel Sebastián, el Grupo parlamentario comandado por su adversario, Pérez Rubalcaba, y los dos vicepresidentes, tanto la política Fernández de la Vega, como el económico Pedro Solbes. Los dos últimos unidos en el rival común que tienen en el antiguo jefe de estudios del BBVA, el superbanco sujeto al doble asalto financiero e inmobiliario que le están haciendo Luís del Rivero y José Domingo Ampuero, una operación de enorme rentabilidad inmobiliaria para Sacyr- Vallehermoso, de llevarse a buen puerto, y una ansiada “venganza” para los expulsados de Neguri, que además le servirían la cabeza de Francisco González al Gobierno en bandeja de plata, y sin mancharse las manos.
La oposición intenta reaccionar en todos los frentes e incluso coger la iniciativa en alguno de ellos. Mariano Rajoy y los suyos han cerrado todos los Congresos regionales del PP con dos notas características: cada uno de los viejos y renovados presidentes autonómicos del partido y cada uno de los recién llegados han comprendido que tenían que sumar en sus filas a dos “familias” para lograr la más amplia de las mayorías posibles. La de los herederos de un José María Aznar que no se despide de la vida pública sino todo lo contrario, como ha demostrado con su comparecencia ante la Comisión del Congreso sobre el 11-M; y la de los dispersos liberales-cristianos que tenían en Rodrigo Rato la referencia sucesoria. Ni Mariano Rajoy tenía “familia” propia, ni los distintos presidentes podían presumir de ello. Las cosas han cambiado, se ha cerrado una etapa, pero se ha abierto otra mucho más importante, la de la reestructuración interna de cara a los futuros comicios y la de los nuevos rostros que hagan creíble esa renovación. Tarea dura que pasa por las figuras claves de los secretarios regionales.
En Izquierda Unida tienen en las próximas semanas un nuevo aquelarre de decapitaciones y vueltas a empezar. Quieren acabar con Llamazares al frente de la coalición y puede que sus numerosos enemigos lo consigan. Camina IU hacia el extraparlamentarismo sin que sus responsables parezcan darse cuenta de lo dramático de su situación. A fuerza de obstinarse en reducir la cabeza del ratón, éste va a dejar de ser ratón, algo que dentro de la España actual y en algunas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos en concreto va a beneficiar directa al Partido Popular, acentuando el síndrome de las dos Españas, apenas desdibujado por las fuerzas nacionalistas.
Estos partidos, los nacionalistas, tampoco cierran sus crisis de identidad ante una Europa que habla con voz de Estados, tal y como se ha visto con el tema de la selección catalana de hockey. Se abren sus carnes reivindicativas en el PNV con el viejo Arzalluz, en la CiU desbancada del poder por la operación a largo plazo iniciada por Josep Piqué de cara al “hermano” democristiano, y en el BNG por la obstinación de “enterrar” en la pequeña historia de cada día al catedrático Beiras.
Y llegamos al Gobierno de Zapatero. En el Gabinete puerta que se cierra, puerta que se abre. Se disipan los conflictos con la Iglesia y se recrudece la tensión con los jueces por culpa de una desastrosa “gestión de personal” en el Congreso con pérdida de votaciones imposibles; se intenta cerrar el capítulo de Estados Unidos y se reabre con las acusaciones de Moratinos a Aznar; se olvidan las promesas de vivienda y aparecen las cifras de Renfe y Aena en cuanto a compras de material que permanecerá en los depósitos. Así ad infinitum, como si Zapatero quisiera arribar en siete meses a ese síndrome internacional que sus antecesores en La Moncloa tardaron varios años en desarrollar.
Nos vamos a despedir del 2004 con todas las tensiones políticas sobre la mesa. Menos mal que las económicas no han aflorado todavía y Pedro Solbes resiste sus “diferencias” con Miguel Sebastián apoyado en los números del FMI de Rodrigo Rato, un ejecutivo internacional que le debe el cargo a las buenas relaciones de Aznar con George W. Bush, y que ya ha vuelto a los abrazos con su compañero y amigo tras el distanciamiento de la sucesión interna del PP. Sorpresas que da la vida.
raulheras@retemail.es