FIRMAS

Crisis, partidos y pueblo

Villa y corte/Alberto Delgado

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Las crisis en los diferentes partidos políticos madrileños están a la orden del día, entendiendo como tal los problemas y desavenencias internos. Entre un monolitismo no deseable y una dispersión de posturas que conducen al enfrentamiento hay un término medio que parece difícil de alcanzar.

Una crisis en el PSOE le costó, por el episodio de transfuguismo de dos diputados, la presidencia de la Comunidad. Las heridas abiertas entonces parecen cerradas, no sabemos por cuanto tiempo.

El espectáculo del PP en las candidaturas a la presidencia regional del partido ha sido lamentable. Un político generalmente sensato y calculador como Alberto Ruiz-Gallardón se embarcó en una aventura que ha producido un deterioro en su imagen, intentando forzar la presencia del vicealcalde, Manuel Cobo, en la Secretaría General, y ante la negativa de Esperanza Aguirre, planteando una candidatura con Cobo a la cabeza que fue abrumadoramente rechazada por el máximo órgano del PP y, lo que es peor, con una serie de críticas a su persona que le hicieron retirar la candidatura, y conocer el sabor de la amargura. Lo de Cobo ha sido peor. Además de chivo expiatorio, sus declaraciones posteriores le alejan, quizá definitivamente, de puestos de responsabilidad en el partido.

Y, para no ser menos, Izquierda Unida ha demostrado estar más bien desunida. El hasta ahora coordinador general, Fausto Fernández, se ha visto ampliamente derrotado en la Asamblea General por la candidatura encabezada por Fernando Marín, un actor de profesión al que hace años no vemos ejercerla, que es hombre del ex-coordinador y parlamentario nacional Angel Pérez. Como segunda en discordia, Virginia Díaz, de la dirección del partido en Madrid y que, al parecer, goza del apoyo de los jóvenes.

Todo esto no tendría mayor importancia si no repercutiera en la acción política de los diferentes partidos, y en sus consecuencias para la vida ciudadana. Los políticos deben estar, por encima de todo, al servicio del pueblo, y no para dirimir cuestiones personales.