INTERNACIONAL

El ‘extraterrestre’ azul de Granz cumple un año

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Hace un año, la ciudad austriaca de Graz vió cómo aterrizaba a las orillas del río Mur este “extraterrestre amistoso”, como lo denominaron sus habitantes, un edificio con forma de globo irregular, de color azul oscuro, del que sobresalen pequeños tubos que se encargan de absorber la luz que necesita la sala de exposiciones que alberga esta extraña estructura.

Y es que este edificio de diseño alienígena es el museo Kunsthaus, que no llegará a albergar ninguna exposición permanente, sino que está diseñado para acoger exposiciones internacionales de arte moderno y contemporáneo de distintas disciplinas dentro del circuito internacional de obras de préstamo.

Este edificio de 11.100 metros cuadrados de superficie aprovechable y 23 metros de altura es obra de los arquitectos Peter Cook y Colin Fournier y cuenta con tres plantas. Sobre la baja acristalada parece flotar la gran estructura azul que alberga las otras dos. Estos niveles se comunican entre si por escaleras mecánicas ubicadas en el interior y la gran sala de exposiciones se encuentra en la planta más elevada. Los tragaluces que sobresalen en el tejado son como un conjunto de ojos orientados hacia el norte para asegurar la luminosidad en el interior del inmueble.

Toda la cúpula tiene un peso de cuatro millones de kilogramos y está compuesta por un millar de planchas de fibra de vidrio acrílico, cada una con un número y una letra que permitieron a los operarios montarla como si de un puzzle se tratara. Además, la cúpula azul tiene instalada una piel luminosa compuesta por 925 tubos fluorescentes circulares, cada uno de los cuales funciona como un píxel que puede ser controlado por un ordenador central y que permite emitir mensajes de texto o animaciones simples. Esta malla se denomina BIX y tiene una extensión de 900 metros cuadrados.

El museo Kunsthaus participa de la tendencia arquitectónica de la que forma parte el Reina Sofía de Madrid, en el cual un edificio clásico se complementa con la arquitectura más futurista. Así, esta “oruga panza arriba”, como también se le ha denominado, está apoyada y unida mediante un puente a la Cámara de Austria, un edificio de hierro fundido construido en 1846, que era una sala de exposiciones de arte contemporáneo y cuya fachada ha sido completamente restaurada. Los arquitectos han querido ver en esta situación un puente entre el pasado y el futuro, tanto de la arquitectura como de la ciudad.

El inmueble, cuyo presupuesto ha rondado los 45 millones de euros y ha tardado en construirse poco más de año y medio, cuenta también con tres plantas subterráneas de aparcamiento con capacidad para 146 vehículos. Originalmente, el museo estaba proyectado para ocupar la cavidad de una colina en el centro de la ciudad. Esta cueva habría sido tapizada con una membrana y de la superficie de la colina hubieran sobresalido las claraboyas, pero al modificar el emplazamiento toda esa membrana quedó al aire.

Para comprender esta nueva creación, que pretende ser lo que supuso el Guggenheim para Bilbao, hay que retroceder a los años sesenta, cuando el arquitecto Peter Cook fundó, junto a un buen nutrido grupo de arquitectos, el movimiento Archigram, que estaba inspirado en la cultura pop y en la fascinación por la ciencia ficción de la época aplicada al urbanismo. Como ejemplo más ilustrativo cabe señalar la Plug-in City de Peter Cook, en la que todos los elementos eran móviles, se podían desmontar y recomponer.