Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Señoras y señores, con todos ustedes... Mario Draghi! El presidente del Banco Central Europeo (BCE) lo ha vuelto a hacer. El mago de las expectativas se ha sacado de la manga su enésimo truco en la reunión de política monetaria que la entidad ha celebrado en abril.
Confirmando el elevado poder conquistado por los banqueros centrales, Draghi, el Cid de los mercados, ha ganado otra batalla solo con su presencia y sus palabras. Todo a golpe de oratoria, de sutileza, que las acciones son demasiado groseras.
Esta vez, la palabra mágica ha sido una: "Unánime". Ha bastado que el banquero italiano haya precisado que el BCE respalda de forma "unánime su compromiso con el uso de instrumentos no convencionales, dentro de su mandato, con el objetivo de hacer frente de forma efectiva a los riesgos derivados de un prolongado periodo de baja inflación", para que la expectación se haya disparado en los mercados.
¿Por qué lo ha hecho? Porque esa unanimidad implica que el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, también apoya esa postura. Es decir, el halcón más halcón del BCE, el encargado de velar por la ortodoxia, se sube al carro de la posibilidad de adoptar medidas que se apartan de ella.
Este respaldo marca una apreciable distancia con respecto a la posición que Weidmann mantuvo en 2012, cuando fue la única voz que se opuso al gran truco de Draghi: el lanzamiento de las Operaciones Monetarias de Compraventa (OMT, por sus siglas en inglés), un programa de compras de deuda pública que nunca ha sido utilizado, que no ha gastado ni un euro, pero que ha resultado clave para sellar el futuro del euro y reducir la fragmentación financiera en la Eurozona. "El compromiso del BCE con los bajos tipos de interés se basa en la credibilidad. Y esa credibilidad depende de que sea unánime, y la posición de Weidmann encaja con esa necesaria credibilidad", valora Alessandro Tentori, experto en tipos de interés de Citi.
Pero el truco no ha terminado ahí. Pero reforzar el impacto de la unanimidad, Draghi no ha ocultado que durante la reunión ya se ha discutido la posibilidad de lanzar un QE a la europea, es decir, un programa de expansión cuantitativa (quantitative easing, QE) mediante la compra de activos. Se trataría de una iniciativa similar a las emprendidas por la Reserva Federal (Fed) estadounidense o el Banco de Inglaterra, pero ajustada a la idiosincrasia de la Eurozona. Esto es, que se adapte a las especiales circunstancias de la región, puesto que el BCE no puede financiar directamente a los países, algo que sí pueden hacer esos dos bancos centrales, y el circuito financiero europeo es muy dependiente de la banca, cuando en Estados Unidos y el Reino Unido está más vinculado a los mercados.
Como Draghi se ha encargado de precisar, la entidad dará ese paso si detecta que "el prolongado periodo de baja inflación" que va a atravesar la Eurozona comienza a filtrarse a las expectativas sobre los precios. Es decir, si crece el riesgo de que la deflación se acabe convirtiendo en una profecía autocumplida. "El BCE esperará a tener más información en los próximos meses, especialmente con las nuevas previsiones que anunciará en junio, antes de adoptar más medidas", indica Tentori.
"No es fácil"
Pero, como cualquier truco, el último de Draghi tiene sus trampas. Él mismo no ha ocultado que poner en marcha un QE en la Eurozona "no es fácil" y resulta más complicado que en EEUU o Reino Unido porque la realidad de la región es distinta. Habría que definir qué tipo de activos podría comprar, de qué países o en qué cantidad. Pero el mercado ha obviado estos matices para quedarse con el trazo grueso; esto es, con que el planteamiento de un programa de compras ha dejado de ser tabú.
Al mercado le gustó tanto el mensaje de Draghi por una sencilla cuestión: dijo justamente lo que el mercado quería oír
Y esto ha bastado porque era, justamente, lo que los inversores querían escuchar. Esto es, que el BCE no es insensible ante la deriva que están mostrando los precios y que está dispuesto a poner más carne en el asador monetario si resulta preciso. El regusto además es más dulce tras el amargo sabor que dejó la reunión de marzo, en la que Draghi enfrió la posibilidad de adoptar más medidas. "Si en marzo vimos un alejamiento sin plazo de cualquier tipo de acción adicional del BCE, en abril ha habido un cambio de fondo, incluso con el QE sobre la mesa", valora Marián Fernández, directora de estrategia de Inversis Banco.
¿Qué ha pasado entre ambos momentos para desencadenar este viraje? La inflación de marzo. Según el dato provisional facilitado por Eurostat, durante el mes pasado la inflación se moderó al 0,5%, el nivel más reducido desde finales de 2009 y un argumento adicional para acentuar los temores deflacionistas y, por tanto, para presionar al BCE.
Sin embargo, y pese a la maniobra verbal conducida por Draghi, la entidad mantiene una visión que concede pocas opciones a la necesidad de tener que activar esas medidas no convencionales. Y este es otro de los matices del truco. De hecho, el banquero italiano no ha dudado en definir el dato de marzo como una "genuina sorpresa" tras la que los precios comenzarán a subir paulatinamente, un proceso que en su opinión empezará ya en abril. También mantuvo su convencimiento acerca de que su perspectiva de medio plazo sigue recogiendo que las expectativas de inflación continúan encajando con su objetivo de mantener los precios por debajo, pero cerca, del 2%. O lo que es lo mismo, un escenario en el que ese QE nunca vería la luz.
Y aún hay más. Draghi también ha reconocido que la entidad vigila muy de cerca la fortaleza del euro, ya que en caso de persistir podría constituir un factor deflacionista adicional. Prolongó así la intervención verbal que ya protagonizó a mediados de marzo. Sin embargo, Draghi también es consciente de que el tiempo puede correr a su favor en este terreno. ¿En qué sentido? En que los próximos movimientos de la Fed podrían propiciar una progresiva apreciación del dólar, con lo que el banco central norteamericano se convertiría en un aliado para su causa -aunque, cuidado, porque ese supuesto podría tener efectos secundarios no tan buenos en la deuda pública europea-.
Si se cumplen estas condiciones, si los temores deflacionistas se apagan y la inflación vuelve sobre sus pasos, el QE a la europea no pasará de ser un compromiso. Un truco adicional de la factoría Draghi. Como el monumental de la OMT. Pero si no se cumplen, si el BCE se equivoca, tendrá que maniobrar a la carrera. El tren de la profecía autocumplida estará en marcha. Y entonces ya no habrá tiempo para trucos.