FIRMAS

Gómez se iguala a Zapatero

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
En el año 2000, recién perdidas las elecciones generales que enfrentaron a Joaquín Almunia con José María Aznar, el PSOE celebró un Congreso Federal en el que un desconocido José Luís Rodríguez Zapatero, al frente de un puñado de rebeldes igualmente desconocido, dio la gran sorpresa y consiguió la victoria frente al candidato favorito de casi todos, que era José Bono, presidente en aquellos momentos de Castilla la Mancha. Diez años más tarde ha ocurrido algo parecido pero al revés.

En aquella ocasión el hoy presidente del Congreso contaba con el apoyo de la mayoría de la Ejecutiva Federal, con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, e incluso con el matizado empuje de Felipe González. Se encontró con que, tras una campaña interna nefasta, con una estrategia entre las agrupaciones socialistas más bien suicida y con unos compañeros de visaje que despertaban más recelos que confianzas, los últimos votos que iban a dar la victoria a su inesperado contrincante llegarían del denominado sector guerrista que al grito de “ cualquiera antes que Bono” inclinó la balanza hacia el entonces diputado por León.

Ganó Zapatero por la mínima pero ganó, se convirtió en secretario general y cuatro años más tarde – también de forma sorpresiva y sorprendente – se convertía en presidente del Gobierno. Los socialistas, sobre todo los militantes de la Comunidad de Madrid, ya dieron muestra de su rebeldía frente al aparato central del partido (lo habían hecho en las primarias entre Josep Borrell y Almunia pese a las maniobras de última hora del hoy presidente de la Junta de Andalucía que fueron contrarestadas por el eficaz José Acosta del que hoy casi nadie se acuerda pese a los servici o s prestados entre verso y verso) apoyaron al tandem Zapatero–Blanco que supieron negociar hasta con los llamados Renovadores de la Base de José Luís Balbas y de los que saldrían personas como Antonio Hernando o Torres Mora, y pese a los disgustos posteriores demostraron que querían y eran capaces de defender una posición propia a semejanza del resto de militantes de otras autonomías.

Tomás Gómez ha hecho lo mismo que hizo el hoy debilitado líder del PSOE: se enfrentó al aparato central de su partido, buscó a los descontentos con la situación interna y externa de su formación, hizo suyo un discurso claramente de izquierdas frente al dominante discurso de la derecha liberal, se apoyó doctrinalmente en algunos de los que apoyaron a Zapatero diez años atrás como Alvaro Cuesta y el grupo vasco de Patxi López. Se dejó querer por la “vieja guardia” que Zapatero ha ido orillando con el paso del tiempo. Y ha ganado con lo que se iguala con su “jefe” y se convierte a poco que le ayuden los resultados del próximo mes de mayo, y no necesariamente con una victoria, en un serio aspirante a su cederle, en uno de los nombres inevitables del postzapaterismo, alguien que ya es referencia para muchos de sus compañeros en toda España, entre los que se encuentran todos los que van a ser candidatos y no quieren recibir en sus traseros una votación de castigo que estaría dirigida al presidente del Gobierno.

El secretario general del socialismo madrileño va a ser más generoso con los vencidos que lo que hubieran sido sus adversarios de haber ganado Trinidad Jiménez. Está obligado a ello para buscar esa unidad de los suyos que le es indispensable si quiere recuperar una parte del territorio perdido por la política gubernamental frente a la crisis y lograr un buen resultado ante Esperanza Aguirre, y está obligado por las propias circunstancias que pueden aflorar dentro de ocho meses si la presidente del PP madrileño no consiguiera una mayoría absoluta, que hoy por hoy está a su alcance. Gómez tendría que conseguir un pacto con las otras fuerzas de la “izquierda”: con una IU de Gregorio Gordo y Angel Pérez, que no pondría las mismas pegas, ni exigiría lo mismo que exigió a Rafael Simancas hace ocho años; y con una UPyD de Rosa Díez, que se debatirá entre permanecer “virgen” de cara a las elecciones generales para tener abiertas todas sus posibilidades en el resto de España o el apoyo a un nuevo y difícil gobierno tripartito, esa fórmula que tan malos resultados ha dado en Cataluña y Galicia.

Gómez y su equipo de confianza, desde Maru Menéndez a Juan Barranco, tienen la suficiente experiencia para saber que lo logrado no es sino el primer paso de un duro camino. El PSOE de la Comunidad de Madrid está partido en dos por más cantos a la unidad y más declaraciones de mutua comprensión que se hagan. Las heridas existen, los recelos existen e incluso las ansias de venganza existen. Ellos tienen que tener la habilidad de tapar esos agujeros negros y presentarse ante el electorado como un nuevo PSOE tan alejado si cabe de Zapatero como de Esperanza Aguirre. Gómez ha elegido el perfil más de izquierdas a semejanza de lo que ha hecho Ed MiliBand en Gran Bretaña con el laborismo y con el apoyo de los sindicatos. Veremos hasta dónde llegan las semejanzas y si el nuevo socialismo que preconizan los hoy rebeldes encuentra eco en las urnas de mayo.