Clara Pascual | Lunes 20 de octubre de 2014
La guardería Fuji de Tokio, obra del estudio de arquitectura Tezuka, ha roto con el tradicional sistema de enseñanza gracias a una arquitectura que abandona los espacios definidos y el dualismo interior-exterior
La arquitectura está revolucionando las formas de aprender y de relacionarse con los demás y con el entorno. En el barrio de Tachikawa, en Tokio (Japón), la guardería Fuji ha sido concebida como juguete y herramienta indispensable para el desarrollo de los niños. Los arquitectos, el matrimonio formado por Takaharu y Yui Tezuka, han conferido con su diseño un protagonismo absoluto a los pequeños usuarios del centro y al gran patio central, que encuentra su prolongación en la azotea.
El edificio de forma oval, con 183 metros de diámetro exterior y 108 de interior y con superficie para acoger a 560 niños, está pensado al detalle para favorecer su autonomía. La guardería, con sólo una planta circular que rodea el gran patio central, presenta una altura de 2,1 metros. La proximidad entre suelo y terraza ha sido buscada por los arquitectos para animar a los niños a explorar. Las clases, sin espacios predefinidos, se separan unas de otras a través de unas finas láminas de madera que se pueden desplazar sin esfuerzo para ampliar o reducir los espacios en función de las necesidades. Los muebles presentes en las aulas, de pequeño tamaño, permiten a los pequeños estudiantes moverlos a su antojo.
El centro de educación infantil Fuji nació de la idea de formar personas abiertas y tolerantes, que no excluyan a nada ni a nadie. Por este motivo, el estudio de arquitectura Tezuka decidió romper las fronteras entre interior y exterior del edificio e incorporar la naturaleza en el espacio cubierto de la guardería. El edificio carece de paredes propiamente dichas, opacas, que oculten la visión del exterior, que han sido sustituidas por paneles de cristal que ofrecen una vista tanto de la calle como del patio central, que se divisa desde cualquier punto. Estas pseudo paredes, que rompen con el dualismo dentro-fuera, se abren cuando el buen tiempo lo permite contribuyendo a difuminar la frontera entre las clases y el exterior.
Además, la naturaleza está muy presente en la guardería de Tachikawa, donde los tres árboles zelkova preexistentes en el terreno se han integrado en el edificio. Con esta simbiosis, los autores se propusieron inculcar a los pequeños el respeto por la naturaleza así como eliminar las barreras psicológicas entre lo que es dentro y lo que es fuera. Al mismo tiempo, los árboles se convierten en puntos de escalada que ascienden hasta la terraza, lugar privilegiado desde el que observar las actividades que se desarrollan en el patio central.
Sin duda, la azotea se convierte en parte central de este edificio, donde los pequeños pueden continuar sus juegos, convertirse en espectadores de lo que sucede en el gran patio circular o unirse a las actividades que tengan lugar en el mismo deslizándose a través de los toboganes que permiten un acceso rápido y divertido.