FIRMAS

El beso

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Tal parece que doña Esperanza Aguirre y don Alberto Ruiz Gallardón se han perdonado sus mutuas ofensas y sus continuos ataques políticos y personales con un beso de mejilla en público, pedido por ella en uno de esos gestos espontáneos y públicos que tanto descolocan a su compañero de partido. No he visto las risas o al menos las caras sonrientes entre los que observaban la escena, pero seguro que acompañaron al casto ósculo entre la presidenta y el alcalde con tantos gestos de comprensión y complicidad como de desconfianza. Puro teatro entre dos consumados actores de la política. Muy bien interpretado, eso sí. Una actuación que tendría un segundo escenario en el que los protagonistas de la obra mostraron su ingenio en dos intervenciones cargadas de dobles sentidos y gestos dignos de una comedia de enredo.

Son dos ambiciones reconocidas, dos temperamentos apasionados, dos políticos con ganas de subir a lo más alto del podio a nivel nacional y en su propio partido si las circunstancias les acompañan, y los dos con amplio curriculo para justificar sus deseos; con dos equipos de fieles y de su máxima confianza ( empezando por dos segundos tan entregados y efectivos como Ignacio González y Manuel Cobo ) que se encargan un día sí y otro también de calentar los guantes de sus jefes de filas por si acaso se olvidan de la esgrima necesaria para lograr el K.O. del adversario y con la vaselina preparada para que los golpes del otro resbalen lo más posible. Estamos en campaña electoral, en una dura, tensa y larga campaña electoral, y ninguno de los dos quiere que le acusen de haber entorpecido la marcha de don Mariano hacia La Moncloa, tanto si gana, como si pierde.

La foto, el beso, es una victoria del sentido común aplicado a la mercadotecnia electoral. El cariño entre compañeros, el “buen rollito” que se dice ahora, vende y consigue votos, o por lo menos no los quita; la paz interior de los partidos siempre cotiza al alza cuando se trata de ir a las urnas, y el PP necesita de todo el cariño posible y visible entre sus dirigentes, y toda la paz que pueda interpretar sobre el escenario y ante los ciudadanos. Con los dos grandes partidos y los únicos que pueden formar gobierno, empatados técnicamente en todas las encuestas, cada gesto, cada palabra puede decantar un escaño hacia arriba o hacia abajo, y no están los tiempos para regalar ni uno sólo al adversario de enfrente.

Hasta tal punto llega ese “dogma” que mientras los populares de Cataluña de Daniel Sirera piden al alcalde Gallardón que inaugure oficialmente la campaña con la pega de carteles en esa autonomía, buscando una imagen más centrista y progre, que creen perdida tras la marcha de Joseph Piqué; y en Cádiz, su alcaldesa, Teofila Martínez busca ese voto de más con la presencia del propio Mariano Rajoy, en Madrid, es Esperanza Aguirre la que consigue el mejor de los fichajes al lograr que el añorado y esperado Rodrigo Rato baje a la arena electoral como un militante de base y al lado de su “sucesor”, Manuel Pizarro. Cada uno tendrá su foto territorial, por supuesto.

Lejos de Madrid y sin la crudeza verbal de los choques entre Aguirre y Ruiz Gallardón, y las expresiones corporales y teatrales que una y otro han vertido para retratar al adversario, sin doña Cuaresma y don Carnal por medio, en el PP echan en falta otro reencuentro dentro de su dirección, esta vez con sonido de mascletá y humo de Fallas: el de Eduardo Zaplana y Francisco Camps. El primero dominó su partido en la Comunidad Valenciana mientras ejerció de presidente. Ahora lo domina su sucesor, y la distancia política y partidaria entre ellos ha ido aumentando a lo largo de la Legislatura hasta conseguir Camps que su antecesor no pudiera encabezar la lista por Valencia, y Zaplana no admitir el ir por Alicante. Así las cosas, la solución apareció de nuevo en Madrid en un nuevo ejercicio de equilibrista de Mariano Rajoy. Mientras, allí en Valencia, en público, los militantes y votantes del PP creen que estaría bien que si ellos ( Eduardo y Francisco ) no se besan o se abrazan en estos próximos veinte días, lo hicieran sus ninots. Mejor eso que nada.