FIRMAS

El plató brujo del 9-M

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Madrid se prepara para dos acontecimientos singulares este año: en el primero ya estamos metidos de lleno, las elecciones generales del 9 de marzo. El segundo será la conmemoración del 200 aniversario del Dos de Mayo y el levantamiento popular contra los franceses de Napoleón. Y lo hacemos en medio de una gran bronca política que ha llenado la capital en la última legislatura de protestas de todo tipo, pero especialmente de los obispos y de la víctimas del terrorismo, y de una incipiente, pero muy temida, crisis económica, que se va a notar más en nuestra región que en el resto de España porque nos hemos acostumbrado a un crecimiento muy fuerte en los últimos doce años que va a ser muy difícil de mantener.
Madrid es, desde que Felipe II colocó aquí la capital de la nación, un plató permanente de la historia de España y el pueblo madrileño ha protagonizado históricas escenas muy reales que van desde el motín de Esquilache -contra el intento del ministro italiano de prohibir las capas embozadas- hasta la defensa contra el levantamiento de Franco contra la República en 1936 o esa declaración de guerra a José Bonaparte, que salió del alcalde de Móstoles, tras los fusilamientos de La Moncloa.
Eso que hizo que cuando comenzara la transición política del franquismo a la democracia, se tomara como una cosa natural que los líderes de los principales partidos de ámbito estatal encabezaran la lista por Madrid, e incluso que sus números dos y tres, y en la actualidad hasta el 8 o el 9, sean candidatos-espejo para toda España. Eso, que da muy buena fama y esplendor a las candidaturas madrileñas, deja, sin embargo, a los ciudadanos de esta Comunidad sin referencias concretas en el Congreso de los Diputados, y mientras un asturiano, un conquense o un onubense, por poner un ejemplo, saben a quien dirigirse cuando se trata de plantear los problemas de su entorno, en Madrid hay que esperar a que se haga un hueco entre trifulca y bronca política -eso si de altura- para que alguien pregunte en el Parlamento por las Cercanías madrtileñas -los catalanes merecieron una sesión casi en exclusiva- o por la vivienda más cara del mundo.
Viene esto a cuento de que, por esos dimes y dirites, Madrid es, de nuevo,
el plató de la mayor contienda electoral, unos comicios generales, donde se discuten cuestiones trascendentes para todos los españoles, pero que tienen muy poco que ver con los dos mayores problemas que tienen los madrileños en estos momentos: el paro, que ha subido mucho más que en el resto del país, y la contaminación, algo que parece preocupar poco a los políticos, pero que podría convertirse en un drama para miles de ciudadanos si sigue sin llover y los coches siguen lanzando sin freno el CO2 a la atmósfera.
En otros lugares del planeta, cuando se llega a situaciones límites como las actuales -sea por culpa de la arena del desierto o por la falta de lluvias- se toman medidas excepcionales, medidas de Estado, que en muchos casos tienen que ir más allá de las que pueden tomar las autoridades municipales y autonómicas.
Madrid se ha convertido en los últimos años en la locmotora de España y es, para lo bueno y para lo malo, el espejo en que se miran los demás españoles -con excepción claro está de los ecologistas para los que Madrid es un horror
y de los que prefieren la tranquilidad de las ciudades de provincia- para seguir su ejemplo. Un fracaso en el modelo madrileño no sólo afectaría al Partido Popular que gobierna tanto en la Comunidad como en la capital.
En Madrid se calcula que hay un millón de inmigrantes, entre los que tienen papeles y los que no, que ya están siendo los primeros en soportar los efectos de ese aumento del paro, especialmente en la construcción, que ha dado un frenazo después de años en los que se venía advirtiendo que dejar que los precios suban libremente -respetando la libertad de mercado- era un suicidio a medio plazo. Al final son los madrileños de carne y hueso los que tienen que adquirir esas casas y hace tiempo que se venía destacando que ya no podían más, que nadie es capaz de dedicar a la compra de su vivienda el 70 y hasta el 80% de su sueldo. La avaricia de unos pocos ha creado un poblema que va a ser muy difícil de resolver.
Los equipos de brujos electorales del PP y del PSOE, que dirigen Angel Acebes y José Blanco, respectivamente, han colocado la economía en el principal tema de debate para el 9 de marzo. Es de agradecer que lo hayan hecho así y que se hayan dado cuenta de que las penas sin pan pueden convertirse en tragedia. El que sepa convencer mejor a los ciudadanos -y seguramente a los vecinos de las grandes ciudades, como Barcelona, Bilbao, Sevilla, Zaragoza, Valencia o Madrid- de que tiene recetas, más o menos mágicas, para conseguir superar la crisis o por lo menos hacerla lo más pequeña posible, tiene todas las de ganar, en un escenario en el que todo lleva al empate entre Zapatero y Rajoy.