FIRMAS

Las bazas (internacionales) de España

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
Si el Rey y el presidente del Gobierno escenificaron en Chile los papeles de “poli malo”, “poli bueno” como respuesta con salida a los ataques de Hugo Chavez contra José María Aznar y una parte de los empresarios españoles, será algo que quedará en esa parte de la Historia que está llena de dudas. Lo más cierto es que en Iberoamérica las cosas están cambiando muy deprisa y que ante los profundos cambios políticos que ya se han producido en Venezuela, en Chile, en Bolivia, en Ecuador y en Nicaragua, nuestro país, España, tiene que tomar postura. No puede quedarse en el viejo y manido papel de “madre patria”, ni pretender ejercer de “hermana mayor” de las nuevas democracias para enseñarles el camino de las transiciones pacíficas desde los golpes de estado a los estados democráticos.
Las antiguas colonias son siempre recelosas frente a las actuaciones del que fue su imperio. A España le viene pasando factura su “Descubrimiento” casi desde el principio, tanto por sus errores desde el siglo XV como por las ambiciones expansionistas de sus rivales, ya fuesen estos europeos o americanos. Si no pudimos mantener una comunidad de naciones, como sí hizo Gran Bretaña, fue porque nuestros gobernantes no estuvieron a la altura de los tiempos que vivieron. No supieron administrar tanto territorio como poseíamos desde Filipinas a California, ni desde Bélgica a Sicilia. Fueron torpes, y despacio pero sin pausa nos dejaron en lo que hoy somos, una parte de la península ibérica con dos archipiélagos y dos plazas de soberanía en el norte de Africa, con algún peñón por medio.
Tenemos una buena posición estratégica dentro de Europa, con fronteras difíciles de controlar frente a los movimientos migratorios que el hambre desata al otro lado del Estrecho, y con escasas posibilidades de influencia en el entorno de un mundo que ya no está bipolarizado y en el que los espacios “naturales” de movimiento pasan por la economía y el comercio. Los amigos y los enemigos conversan con cheques sobre la mesa, inversiones en equipos, compras de compañías, sectores estratégicos, diversificación. Y los mejores y peores embajadores que se tienen son las empresas y los empresarios.
En ese escenario de poco o de casi nada valen los “tradicionales lazos” de buena amistad que España ha tenido con los países de América del Sur, con los países árabes, o en una Europa cambiante con Francia y Alemanía. Valemos lo que tenemos y tenemos el poder de nuestras grandes empresas. Y a éstas, lo malo le puede venir de la política mucho antes que de la economía o las finanzas.
Encajemos ahora lo sucedido en Chile con las posiciones de España en ese Continente: puede que la intervención del Rey les haya gustado a una gran mayoría de españoles, puede que su réplica a la verborrea del presidente venezolano haya llenado de orgullo a una importante mayoría de compatriotas que aún creen que estamos por encima de esos países, de sus habitantes y de sus gobernantes, una mayoría que no habrá descubierto por ceguera histórica que son capaces de decidir por sí mismos, y hasta de dificultar nuestro crecimiento permitiendo que nuestros competidores de verdad reciban los premios y ayudas que negocien sabiamente a nuestras espaldas.
No será políticamente correcto en este momento de fiebre monárquica decirlo, pero creo que el Rey se equivocó: no al decirle a Chavez que se callara desde el tuteo, sino al levantarse y dejar a Rodríguez Zapatero en la incómoda situación del banderillero al que el matador deja en mitad del ruedo a que termine la faena mientras el se marcha al callejón a tomarse un respiro. Todas las cumbres son incómodas y en todas ellas algún mandatario aprovecha para lanzar mensajes de consumo interno en su país o para ajustar alguna cuenta pendiente con uno u otro colega. Ocurre en Europa, ocurre en Asia y ocurre en América. Y nadie se levanta y se va. Se negocia hasta el final, se discute y se trata de lograr un acuerdo hasta el final, y si no es posible se cierra la cita de la mejor forma posible y hasta la siguiente.
Aquí, como era de prever, los mismos que se han lanzado a felicitar al Rey por sus palabras y su actuación, son los mismos que se han apresurado a criticar al Gobierno pidiendo mano dura contra Venezuela, Nicaragua, de paso contra Cuba, y hasta contra Chile por haber permitido que pasara lo que ha pasado. Si luego nuestras empresas y nuestras inversiones en esas tierras salen perjudicadas, pues nada, a volver a criticar al Gobierno y al Rey si es preciso por intentar defender los intereses de unas papeleras. El caso es “dar caña” bajo el argumento de la inoperancia y de que ellos, los que sean, con urnas o con papel de periódico lo harían mejor; como si en la mano de Zapatero o de don Juan Carlos estuviera el poder quitar y poner gobiernos que no nos gusten. Viejas arrogancias, nuevas ignorancias que a nada conducen salvo al beneficio, por supuesto, de unos pocos.
El presidente venezolano sabía lo que hacía, lo mismo que el nicaragüense. Querían provocar y lo hicieron, con gran éxito para su exaltación en sus propios países. España jugó el papel de sparring. Al Rey y a Zapatero les tendieron la trampa y cayeron en ella. No es que nuestra diplomacia esté en su mejor momento, ni que nuestro presidente sea una de nuestras mejores bazas a nivel internacional, pero también es verdad que desde dentro no le ayudan mucho. Todo está y todo se utiliza bajo el síndrome electoral del próximo marzo, y convendría que no fuera así, sería bueno que no fuera así. Digamos que hoy por hoy es tan imposible como que Daniel Ortega y Hugo Chávez se vuelvan fervorosos seguidores del modelo democrático que impera en Europa.