FIRMAS

Las esperanzas de Esperanza

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
La presidenta de la Comunidad de Madrid colocó a este cronista ante un desafío o reto muy fácil de ganar: “ Seguro que si te digo esto, luego no lo vas a publicar”.
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    Hasta aquí el diálogo que mantuvimos Esperanza Aguirre y el que firma esta pequeña crónica delante de Juan Abarca, el máximo responsable del grupo Hospitales de Madrid, que añadía un nuevo triunfo a su carrera como médico, cirujano y empresario, al conseguir el título de Hospital Universitario, el primero que se concede a una institución privada. La presentación se hacía en el viejo y hermoso Casino de Madrid, bajo la presidencia de Aguirre y con el consejero de Sanidad, Juan José Güemes acompañando a la presidenta, que tuvo también unas palabras hacia el anterior responsable de la Consejería: “No sabéis lo feliz y tranquilo que está ahora Lamela con sus infraestructuras”.
    Justo lo contrario del también responsable de Comunicación del PP madrileño, al que el tema de la Sanidad no le deja tiempo para nada: “es que voy de reunión en reunión y de problema en problema. No me ven ni en casa”.
    La tesis, el deseo, la esperanza de Esperanza Aguirre de un posible gobierno de coalición entre populares y socialistas bajo la batuta del político gallego lleva varias semanas dando vueltas por los mentideros políticos de la capital del Reino. Creo que persigue tres objetivos: reforzar la imagen y las posibilidades electorales de Mariano Rajoy y el deseo de más de un dirigente de que permanezca al frente del Partido Popular aunque no consiga la victoria dentro de unos meses; cerrar el paso a las veleidades o posibilidades del alcalde Ruiz Gallardón de cara a posibles operaciones sucesorias; y, por último, intentar dividir el voto hacia los socialistas cuestionando la unidad interna del PSOE, poniendo en duda el liderazgo de Rodríguez Zapatero y buscando que entre los ciudadanos vuelvan a colocarse junto a la imagen del presidente del Gobierno otras más moderadas, como podrían ser las de José Bono o el propio Manuel Chaves.
    Las posibilidades de esa unión de los dos grandes partidos para cambiar la actual deriva constitucional, embridando los inacabables deseos nacionalistas en Cataluña, País Vasco y Galicia, y formando un Gabinete a semejanza de lo realizado por Angela Merkel en Alemania son prácticamente nulas. Es una formulación teórica posible y para muchos españoles hasta deseable, pero improbable por muchas y poderosas razones: necesitaría de una victoria del PP en votos y en escaños en el Congreso y en el Senado; tendría que llevar aparejada una crisis muy fuerte en el PSOE y una renuncia a la secretaría general por parte de Zapatero; tendrían que aceptar ambas partes la presencia de dirigentes de ambos partidos en el Gobierno y la formulación de un programa de gestión claro, preciso y con tiempos definidos; tendría que existir una voluntad política inquebrantable y por encima de las siglas partidistas para revisar lo que han hecho los sucesivos gobiernos desde 1977 respecto a los Estatutos de autonomía y su aplicación, o en la dejación que han hecho los cinco presidentes constitucionales y sus equipos respecto al cumplimiento de las normas que esos mismos Estatutos fijaban en campos como el del idioma común, la cultura común, la enseñanza de materias comunes que mantuvieran y reforzaran los lazos históricos y la identidad histórica de España como patria de todos, sin aceptar las dicotomías y enfrentamientos que han ido estableciendo los partidos y políticos nacionalistas respecto a cada autonomía con segunda lengua frente a España. Un hecho que dura ya treinta años y muy difícil, por no decir que imposible, de cambiar. Y menos en estos momentos en los que tanto PSOE como PP han hecho de la confrontación con el otro una de sus principales señas de identidad ante los ciudadanos.


    El fondo de la frase de Esperanza Aguirre puede ser asumido por una buena parte de la clase dirigente del país, con el Rey a la cabeza. Sería incluso deseable que las dos grandes formaciones, que representan a más de dos tercios de los votantes españoles se pusieran de acuerdo para establecer un nuevo rumbo, con o sin presencia conjunta en un futuro Gobierno, en el que quedaran fijadas las pautas y los límites de la estructura descentralizada y democrática de la España del siglo XXI. Para poder hablar de los temas que en el día a día preocupan a los ciudadanos y no a su clase política. Pasar página y dejar de mirar de forma continua y esquizofrénica al pasado, dejar de preguntarnos sobre quienes somos y qué somos, dejar de recorrer los siglos pasados en busca de una guerra, una declaración, un agravio en el que colgar las reivindicaciones de una minoría que siempre va a preferir ser cabeza de ratón, antes que pertenecer e incluso estar en el cuerpo y en la cabeza del león.
    La esperanza, Esperanza, es lo último que se pierde, y por ello y convencido de ello he escrito esta crónica. Publicar tus palabras era lo más fácil. Que tú y el resto de los líderes políticos de esta España nuestra dejéis de cortaros los corvejones con las dagas de los intereses partidistas y las ambiciones personales, eso es otra canción.