ARQUITECTURA

Río de Janeiro se pone a la altura de Brasilia

La ciudad natal de Óscar Niemeyer iguala a la capital brasileña en cantidad de proyectos de este arquitecto.

Redaccion | Lunes 20 de octubre de 2014
04/07/2007.- La capital brasileña es un capricho arquitectónico del presidente Juscelino Kubitschek. La ciudad surgió de la nada, en medio de la selva, gracias a la participación de arquitectos como Óscar Niemeyer, que diseñó hitos tan importantes como el Palacio Alvorada, residencia del presidente de este país, o el Palacio de Planalto, sede del Gobierno.

Brasilia cuenta con seis obras del reputado arquitecto. Ahora, 50 años después del nacimiento de la capital, el estado de Río de Janeiro ha igualado a Brasilia en número de obras de Óscar Niemeyer, gracias a un plan para reivindicar la importancia de uno de los profesionales más internacionales de Brasil, un país acostumbrado a exportar virtuosos del balón.
Hace escasas semanas, lo más granado del ámbito político y cultural del país se dio cita en Niterói, un municipio cercano a la ciudad carioca, para inaugurar el Teatro Popular diseñado por Niemeyer. El autor del edificio calificó este proyecto como el más difícil de su carrera, una afirmación a tener en cuenta por una persona casi centenaria (cumplirá los cien años en diciembre) que lleva casi 70 en la brecha.
Las dificultades no sólo tienen que ver con la azarosa financiación del proyecto, cuyos sucesivos recortes obligaron al veterano arquitecto a modificar los planos originales, sino sobre todo con el trascendente significado de una obra que fue planteada como un homenaje a Brasil. De hecho, los colores predominantes en el conjunto son los de la bandera nacional: blanco, amarillo, verde y azul.
El edificio del teatro está caracterizado por las formas curvas, que son ya un elemento peculiar en la obra de Niemeyer. Este gusto por las líneas ondulantes se plasma también en la presencia de una rampa y una escalera de caracol, otros elementos muy frecuentes en los trabajos del arquitecto. La fachada está recubierta con dos paneles gigantes de azulejos con bocetos de figuras humanas en movimiento.
El interior del pequeño edificio tiene un aforo de 350 personas, pero como su propio nombre indica, el carácter popular y divulgador del proyecto explica su versatilidad, que le permite ampliar su aforo hasta los 10.000 espectadores. El truco no está en comprimir a los invitados, sino en un palco reversible, que abre las representaciones a la plaza que rodea el conjunto.
El Teatro Popular de Niterói, en cuya construcción se han invertido algo más de cinco millones de euros, es sólo la última obra de un plan más amplio con el que Río de Janeiro quiere convertirse en el mayor escaparate de Niemeyer. De hecho, está previsto que en los próximos años se construyan en el estado carioca otras cinco suyas. Río de Janeiro quiere ganar por goleada a Brasilia.